El caso
Eso que llamamos la fuerza de la costumbre no es siempre aconsejable ni bueno. Ser sumisos a la costumbre, al hábito, a la rutina suele ser muy perjudicial no sólo para la vida personal de cada uno sino que también lo es para la convivencia en orden, en amor y compaña —que diría mi chacha Carlota—. Muchos de ustedes, que ya cumplieron de los 40 para arriba, recordarán un periódico semanal que se llamaba “El Caso”. Un periódico que nació en Madrid en 1952, bajo la dirección de Eugenio Suárez Gómez. Costaba 2 pesetas y se inició con una tirada de sólo 10.000 ejemplares que, años después, sobre todo tras la información del “caso Jarabo”, subió hasta el medio millón. “El Caso” tuvo una buena acogida porque informaba cada semana de los delitos que se conocían. No había tantos delitos ni casos turbios y vergonzantes como para hacer una edición diaria.
Esta publicación se vio obligada a desaparecer en el año 1987, cuando la flamante democracia española se iba haciendo adolescente, porque abundaban tanto los delitos, las corruptelas, los vicios y toda clase de abusos, todos dados a conocer puntualmente por las televisiones, que a “El Caso” ya nadie le hacía caso. Los ciudadanos ya se estaban habituando a convivir con tantos delitos y tantos delincuentes que sus fechorías ya no eran noticia importante, sino un detalle más. Ya no nos sorprendemos de nada, sobre todo si es negativo, pero es de lo que se sigue hablando cada día porque parece ser que no existen temas optimistas, ejemplares, esperanzadores de los que tratar. Los sabios, los santos, los humildes, las buenas gentes no tienen tirón para hacer un programa tan altruista como “Gran Hermano” o “¡Sálvame!”.
La maldad crece cada día porque no se le pone el freno conveniente en ninguno de los estamentos que están obligados a combatirla. El año acaba de empezar y ya han sido asesinadas varias mujeres y, si se mira este presente y el futuro que vendrá, nada hace pensar que a estos asesinatos se les pueda poner freno, porque parece que ya se aceptan como algo habitual, como una costumbre. Me da miedo pensar en este problema vital para tantas mujeres. Por eso no dejo de extrañarme —y algo más— cuando escucho y leo lo que se dice desde el seno de VOX, liderado por Santiago Abascal. Es inadmisible que existan personas, que además intentan gobernar en este país, que no condenen con fuerza ese machismo desaforado que tantas víctimas ocasiona al año.