El cabezón

25 ene 2022 / 16:21 H.
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Hace unos años, cuando yo era más joven, solía tener un punto fijo de reunión con las personas con las que compartía mi tiempo libre. Acostumbraba a quedar, casi siempre, junto a una estatua a la que llamábamos, con la arrogancia y el desdén propios de la adolescencia: “el cabezón”. Se trataba de un busto metálico situado en el inicio del Paseo de la Alameda.

Yo apenas tuve, durante aquellos años, curiosidad para investigar acerca de la persona a la que representaba aquella escultura. Ni siquiera me recuerdo levantando la mirada para contemplar sus rasgos con un mínimo detenimiento. Aunque algún vistazo de soslayo al pedestal, durante las muchísimas citas de botellón, me sirvió para tener una mínima referencia sobre el personaje. El homenajeado se llamaba Bernardo López. Y era conocido como “El cantor del dos de mayo”, según constaba en la inscripción correspondiente. Y por esos azares de la vida, recientemente, leyendo la estupenda autobiografía de Fernando Fernán Gómez que tiene por título “El tiempo amarillo”, he descubierto que el insigne creador apunta que uno de los primeros recuerdos relacionados con su vocación interpretativa procede de la época escolar cuando recitaba de memoria, con gran sentimiento, un poema muy popular en el Madrid de la época titulado “El dos de mayo” del autor López García. Y de pronto, leyendo el citado fragmento, algo hace clic en mi memoria que me retrotrae hasta la adolescencia. Y llevado por la curiosidad me apresuro a investigar en la omnisciente Wikipedia, y en el tomo virtual correspondiente descubro que, en efecto, el tal López García, no es otro que aquel Bernardo López de mis citas de Alameda en los años mozos. De pronto aquel personaje borroso y plano ha adquirido, para mí, un nuevo e interesante relieve.

Es muy de Jaén eso de apreciar lo nuestro solamente si existen referencias positivas que procedan de fuera (de Madrid a ser posible). Supongo que, a menudo, todos caemos en ese menosprecio, en esa simplificación.

El caso es que, profundizando un poco, descubro que el poeta jiennense tuvo una interesante biografía. Fue muy activo políticamente hablando, decantándose por los movimientos revolucionarios y antimonárquicos. Y eso le supuso un cierto ostracismo hasta el punto de verse apartado de los fastos artísticos organizados con motivo de la visita de la reina Isabel II a la ciudad de Jaén. Pero su ideología radical no le priva de llegar a convertirse en un poeta de enorme popularidad gracias a su gran éxito: un poema de tono patriótico y exaltado cuyo título es “El dos de mayo”, y que obtuvo un eco desmedido. Sin embargo, nuestro hombre, fue un “one hit wonder”, un cantor de un solo éxito, pues el resto de su obra no consiguió, a pesar de sus importantes cualidades, un respaldo similar por parte de público y crítica. Por otro lado, tuvo una turbulenta vida amorosa y falleció joven y sumido en la miseria, cumpliendo todos los tópicos de la bohemia decimonónica. Por todo ello, a raíz de estos pequeños hallazgos, me he propuesto que la próxima vez que camine por el Paseo de los Jardinillos (que allí le trasladaron años atrás) le miraré, esta vez sí, fijamente a la cara para poder admirar su faz, y por supuesto ya nunca será, para mí, “el cabezón”, sino Bernardo López García, un tipo interesante, un gran poeta.

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