El baúl de Karina

    26 nov 2023 / 09:43 H.
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    La tarde caía lentamente sobre la calle Maestra de aquel Jaén de finales de los 60, en su lujosa dulzura de vivir, y uno de los últimos clientes del día entraba a comprar alguna tela en “Casa Donato”, mientras John Wayne paseaba desafiante con su revólver por la pantalla del cine Darymelia, los socios del Casino Primitivo golpeaban con fuerza las fichas de dominó sobre la mesa, y la voz jovial y frutal de Karina alegraba las esquinas con aquel “no, no somos ni Romeo ni Julieta” que salía de la máquina de discos del bar La Unión. “Aquel Jaén yo no lo viví directamente, porque vine a vivir a Madrid en 1959. Pero sí recuerdo todos los lugares que nombra, porque los he visitado. Ese Jaén, con esas cuestas, a veces tan costosas de subir, pero tan maravillosas, lo he recorrido millones de veces. Y mi colegio de Las Teresianas estaba cerca de la catedral. Salí muy jovencita de mi tierra, sí, a los 13 años, pero en Jaén empecé a escuchar música, junto a mi hermano, a través de Radio Luxemburgo, donde, por ejemplo, oíamos a Paul Anka”. Y esto nos cuenta María Isabel Llaudes Santiago, la gran Karina, con sus ojos de mar intensamente azul, el cabello discretamente rubio y recortado, ya no aquel melenón con el que conquistó Europa la primavera de 1971 con “En un mundo nuevo”, esa noche de fuertes emociones eurovisivas en la que España se paralizó y las calles quedaron vacías como si todos hubieran conseguido, como ella, pasaporte a Dublín, donde Karina logró un segundo puesto que parecía una nueva Copa de Europa del Real Madrid o el regreso del Real Jaén a Primera División. Karina con aquel inolvidable vestido entre gris y azul (no se distinguía en el televisor Iberia en blanco y negro), Karina triunfal y hermosísima. Pero, decíamos, ahora Karina está ahí, presentando en un pub de la calle Atocha de Madrid el espectáculo “Yo soy Karina”, que se estrena el próximo 15 de enero en el madrileño Teatro Bellas Artes. “Este espectáculo destaca porque yo soy quien va a aparecer sobre el escenario, sin aditivos, sin filtros, sincera, con mis momentos alegres, algunos también tristes, y con muchas anécdotas que la mayoría del público no conoce. La gente se lo pasará bien, ese es el objetivo”, explica.

    En “Casa Paco”, entonces en la calle Martínez Molina, vendían las mejores patatas fritas de Jaén, y también refrescantes botellines de Mirinda, de naranja y de limón, que en la chapa tenían una letra, y al completar la palabra MIRINDA regalaban un disco. Y allí estábamos los alumnos del colegio San Agustín, atiborrándonos de Mirinda para conseguir otro disco de Karina. Esas flechas que se clavan una vez y otra vez más. Tiene Karina clavada alguna flecha, claro, aunque con la herida ya cicatrizada. La discográfica de María Isabel Llaudes empezó hacia 1978 a buscar otra Karina. “Pero cada persona es única. Buscar otra Karina, estando Karina en activo y joven, me pareció una tremenda equivocación por parte de la industria discográfica”, asegura. Karina apura ahora una Coca Cola (hace lustros que dejó de fabricarse la deliciosa Mirinda), Karina inmensa, Karina eterna, y nos parece como si estuviera sentada sobre el baúl de los recuerdos, pero un fotógrafo le hace fotos. Karina en un mundo nuevo de amor y de paz. Ese mundo no llegó, pero Karina ha vencido al tiempo y a la memoria como todos los grandes artistas. Hay que verla en el Bellas Artes cantar y actuar mientras se iluminan los recuerdos de todos los espectadores.

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