El bálsamo de Fierabrás

    18 oct 2022 / 15:18 H.
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    En la literatura clásica y medieval encontramos historias de alcahuetas que facilitan filtros de amor: bebedizos que modifican el sentido y atan los corazones de los que los toman. Circe, Tristán e Isolda... Hoy día se suele acudir a otros sortilegios más acordes con la época para captar la atención de quienquiera que mire. Tanto da. El filtro más común en redes sociales y aplicaciones de citas, sea con intenciones serias o meramente fornicadoras, es el fotográfico. No es un brebaje, sino un engaño informático que quita de acá y allá arrugas, ojeras, granos y mollas variadas para simular menos kilos o años, pese al esfuerzo y dinero que nos cuestan. Agranda y achica, sin entrar en intimidades, estiliza, cambia la tez y el color del cabello hasta convertirte en un dibujo ni siquiera animado. Será el hechizo, pero el sujeto mira la foto y se enamora, como Narciso, y ante el temor de no ser reconocido por su ligue internauta, acude presto al cirujano estético deseoso de conseguir el bálsamo de Fierabrás que todo lo puede. El médico, que no alcahuete, mira la foto, estudia ese cuerpo serrano, elimina mentalmente unos cuantos filtros y murmura: “Aquí te quito, allá te pongo, acullá te estiro..., pero milagros, a la Virgen de Lourdes”.

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