El atropello verbal (I)

    02 nov 2023 / 09:35 H.
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    Suena a accidente, pero nada más lejos. En este caso, los afectados no sangran, ni se desmayan, ni se rompen tal o cual hueso. No viven el triste espectáculo derivado de la velocidad, de los descuidos humanos, o del azar. Lo único que les aqueja es el cabreo nacido de la imposibilidad de hablar y expresar medianamente sus opiniones sobre esto o aquello. ¿Reconocemos la escena?

    Con inmediatez pensamos en los programas de televisión. Lo que podrían ser tertulias enriquecedoras en las que mostrar, con respeto, el pensamiento de cada cual, se transforman en un guirigay, en un gallinero —con perdón para estas aves domésticas—, en las gradas de un estadio asilvestrado, o, como se decía antes, en un lavadero. Nunca te esperas que personas de formación superior o profesional se desgaznaten para impedir que los otros hablen o se les entienda. Se les anula la opinión, se les tapa la boca con ruido, se les interrumpe sin opción de rebatir, pues suelen ser más los de la parte contraria. Unido al entorpecimiento llega el volumen de los distintos emisores. Si tú hablas fuerte, yo más. Y como no son memos, ven venir a cada tertuliano. Este acude por aquí e intenta tambalear la opinión del otro. Aquel quiere que lo suyo sea lo único que se escuche. Conocedor de sus propios embustes, aquel otro enmaraña la conversación para convertirla en un diálogo para besugos. El de más allá, en fin, aparentemente apacible, se sube iracundo cuando comprueba que lo suyo no tiene dónde apoyarse.

    Muchas veces nos preguntamos por el papel de los moderadores. Lo que pasa es que también a ellos se les ve el plumero. Depende de cada cadena y de la línea editorial, por llamarla de alguna manera. Se adoctrina solapadamente. Que conste que hay quien le gusta estas formas, pero diría que a la mayoría les da hastío.

    En honor a la verdad, este espectáculo no prolifera demasiado en la radio. En general, se nota más sosiego. Pero lo más delicado de todo esto son las consecuencias. Cuando comenzó a extenderse la televisión, hace ya más de sesenta años, la veíamos como un medio genial y único para formar, educar y entretenerse. Creo que el objetivo se ha desviado. Y como ya me he pasado de los dos mil caracteres, incluidos los espacios, me van a permitir una segunda parte, con el mismo título.

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