El arte de tomar decisiones

Theodore Roosevelt afirmaba que “en cualquier momento de decisión, lo mejor que puedes hacer es lo correcto, la mejor cosa siguiente es lo incorrecto y lo peor que puedes hacer es no hacer nada”. Esta cita de Roosevelt pone de manifiesto que la vida es una elección permanente entre diferentes puertas que, una vez cruzadas, nos llevarán hacia caminos más o menos ciertos, más o menos seguros. Sin embargo, la peor decisión, sin duda, siempre será no tomar ninguna.

En la esfera personal vivimos en una elección permanente entre distintas alternativas que irremediablemente desembocan en otras situaciones con nuevas y desconocidas consecuencias. Ello nos obliga a posicionarnos una y otra vez, siendo en la mayoría de los casos nuestra subjetiva intuición y sentido común, las únicas herramientas disponibles con las que tomar una decisión.

Es cierto que, en el emprendimiento, la intuición y el sentido común juegan un papel importante, pero es evidente que no podemos dejar toda decisión a la suerte de nuestro sesgo personal, ya que esta siempre contiene un alto grado de emotividad y subjetividad. Asumirlo implica entender que ninguna decisión tomada tiene certeza absoluta de resultado. Hacer frente a ello y eliminar el sentimiento de culpa que desencadena una situación desfavorable tras una decisión tomada, es tan complicado como clave. Así, en el proceso de tomar decisiones siempre es útil buscar apoyo en herramientas que faciliten la elección entre diferentes alternativas de forma reflexiva, con la mayor objetividad y
el menor margen de error posible. En este proceso, recopilar la mayor cantidad de información posible sobre la situación que
se pretenda incidir y
las posibles consecuencias que cada alternativa desencadena es clave. Pero cuidado, no te obsesiones con la analítica, ya que un exceso de análisis puede llevarte directo a la parálisis y como
señala Roosevelt, recuerda que el mayor error que puedes cometer ante una toma de decisión es no tomar decisión alguna... ¡decide!