El árbol, primero

07 jul 2022 / 18:25 H.
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Sí, una vez más toca romper una lanza por el árbol como necesidad social que mejora el medio ambiente. Sin tener que hablar de la amazonía, que ya hay expertos en ello, tenemos que volver a echar un vistazo a la importancia y necesidad del árbol urbano que más allá de darnos sombra, protegernos de la lluvia y el viento y dar belleza a nuestro entorno, aporta una nueva manera de aumentar la calidad de vida de nuestras ciudades.

El cambio climático desde hace
muchas décadas, era percibido como
una amenaza al planeta y provocaba incertidumbre. La ciencia ha demostrado de sobra que el denostado (por depende de qué sectores) ecologismo, no solo
está dotado de razones sino que a través del estudio e investigación nos muestra la certeza de que ya vamos tarde para combatir esta crisis climática, que está basada exclusivamente en intereses
económicos.

Al igual que el calentamiento global va con la mano del hombre, ahora tenemos ya la certidumbre ( en tiempos
de incertidumbres), de que nuestras
acciones se pueden revolver contra nosotros mismos.

Los árboles urbanos actúan como
cortavientos que reducen los requerimientos de calefacción en invierto y aportan sombra en los meses de verano reduciendo con ello el uso de los aires acondicionados. Justo ahora, en plena crisis económica provocada por los efectos indeseables de una pandemia, seguida de un conflicto bélico aquí, en nuestro continente, a las puertas de casa, habrá que plantearse multitud de medidas en la que nosotros seamos actores activos, para paliar los efectos negativos del cambio climático y abordar de manera inteligente el consumo de gas y petróleo. Un hombre un árbol, puede resultar un eslogan infantil y simplista, pero encierra una política medioambiental inteligente y social.

Satisfacer nuestras necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas, es un acto solidario, es un acto inteligente y desde luego es la manera de contribuir al desarrollo de calidad.

Aunque la magnitud del calentamiento global va más allá de los pequeños municipios con eslóganes de “hagamos verde” o “verde que te quiero verde”, los individuos podemos ayudar a reducir los efectos negativos de este cambio con la naturalización urbana.

Yo, desde aquí, ahora y un año más reivindico las políticas medioambientales que se plasmen en la plantación masiva de árboles en mi ciudad, el mantenimiento de los actuales y abogo por no inventar, el camino hacia lo autóctono no necesita de experiencia previa.

“Jaén una ciudad verde”, es mi eslogan, y para aquellos que no conciben no hacer un guiño al olivo, yo les diría “Verde por dentro, plata por fuera”.

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