El agua
de la luna

Dicen que han encontrado agua en la Luna, pero no tal como la conocemos, esa que corre por nuestros ríos y riega nuestras riveras. Ni la que permanece estancada en pantanos o lagunas, ni siquiera la que se embravece formando olas en los mares. Es un agua quieta, congelada en los cráteres de la cara oculta o bien, dispersa, escondida entre el polvo lunar y diseminada en pequeñas partículas. Los científicos de la NASA están de acuerdo en que será difícil extraer este agua pobre que nos ofrece nuestro satélite; se tendrán que desarrollar nuevas tecnologías, pero que eso no será problema, con el tiempo se logrará inventar una máquina que lo consiga. El agua lunar permitirá que se asienten colonias humanas en nuestro satélite, incluso enviar desde allí expediciones a Marte. Todo esto está muy bien, pero yo me pregunto: ¿no se podría idear alguna máquina para que los humanos seamos un poquito más humanos? Un artilugio que sea capaz de rebuscar en lo más profundo de las almas algún resquicio de solidaridad y comprensión, de convertir esas pequeñas moléculas de caridad en una mirada cálida hacía el distinto, el extranjero o el pobre. Qué ilusa soy, invertir en esta tecnología no sería rentable.