Educación domiciliaria

09 ene 2019 / 11:32 H.

Considero, honestamente, que estamos viviendo una crisis de los valores más esenciales del ser humano, entiéndase: educación, empatía, saber estar, solidaridad, compañerismo y admiración por lo que otras personas son capaces de hacer y que nosotros, en tanto que humanos con dones dispares, no —marcando una firme dicotomía con la envidia—, no sé si ustedes me entiende por dónde quiero ir. Y en este mismo sentido viene a colación lo que un cantante famoso reconocía en una entrevista que concedía a una televisión: “la envidia es la más grande demostración de la admiración”, probablemente llevara razón, pero habría que añadir que con el enfermizo sentimiento de padecer una sintomatología capaz de dañar en lo más profundo a quien lo padece, hasta el punto de pasarlo mal, de sentirse arrastrado o arrastrada hacia la náusea de la propia alma en detrimento de la honorabilidad del envidiado. De hecho, de todos los pecados capitales, cuya retahíla la sabe bien la Iglesia —me ahorro lo de “santa madre”—, el que peor nos lo haría pasar es este que nos trae, porque ya me dirán los otros tantos que restan como la gula, la lujuria... o qué se yo. En fin, que los valores se deben inculcar desde la propia casa, luego en la escuela, sí, pero ya debe venir el alumnado con la tierra bien abonada y los deberes bien hechos de unos padres y unas madres capaces de educar a sus respectivos hijos e hijas en valores. Bueno, y ya no digo nada de quienes destacan por sus propios méritos en las zonas rurales. Hay una cierta tendencia a llevarse el mayor golpe aquel clavo que sobresale, si este “clavo” lleva el nombre, además, de un paisano, me ahorro la conclusión. Bien, recuerden que de los pueblos agrícolas también pueden salir abogadas, enfermeros, policías urbanos y, ¡cómo no!, escritores y escritoras. Los padres, las madres, la familia —y eso que algunos llaman tribu— deberían hacer ver a las criaturas que se debe respetar lo que se sale de la normalidad. Si el papá es campesino y la mamá del amiguito es catedrática, lo ideal es que aprendan los unos de las otras y viceversa. Si al mismo tiempo, los representantes políticos locales forman parte de esta tribu y juegan a favor de obra, siempre será mejor.