Dos lagartos y medio
Al dictado que nos impone las tendencias globalizadas de los mercados, entre el “Black Friday” y el “Cyber Monday”, amanece este “Lluvioso Saturday”, como antesala a la temporada estrella del comercio, que es diciembre y que es Navidad, y que en España se alarga hasta la epifanía del seis de enero. Grandes y chicos, jóvenes y viejos, pobres y menos pobres, parecemos responder al comando de orden de venta, y saciamos la necesidad de un obligado consumismo, abducidos, buscando la oportunidad, la ganga, y, sin darnos cuenta, cuadramos la cuenta de resultados de las grandes compañías, que es lo que realmente importa. Las ofertas seducen y movilizan importes disponibles y tarjetas de crédito al límite. No pasarán muchas semanas, para arrinconar aquellos chollos, que tanto entusiasmo generaron y que en verdad, utilizaremos menos de lo previsto, y de saberlo, nos podíamos haber ahorrado. Llegan esos días, en los que se iluminan calles, se alfombran aceras, y los escaparates del pequeño comercio son escenarios de ilusión y color, abriendo de par en par de lunes a domingo. Todo lo que sea necesario para sacar al consumidor de su hogar, y que ponga en marcha este sistema de generación de riqueza dejando margen en la economía local. Sin embargo, cada vez más, el cálido y cómodo hogar, se conecta al mundo a través de la wifi, e invita a jóvenes y no tan jóvenes, a taparse con la enagua de la mesa camilla, encender su ordenador o tablet y comprar a través de las grandes operadoras del comercio on line. Nos olvidamos de la tienda de toda la vida, del pequeño comercio del centro de la ciudad y de los impersonales centros comerciales de las afueras. El “e-comerce” gana enteros a la tienda, y “Amazon”, “Aliexpress” o “Prestashop” facturan en un cuarto de hora, lo que el pequeño comercio en una década. El empleo se queda en operadores de logística, los euros del valor añadido retribuyen a fondos de inversión internacionales, y los tributos vuelan a paraísos fiscales, dentro de una armonizada UE. Ante esto, en cada vez más ciudades, están surgiendo iniciativas, que pretenden fomentar el comercio local, consistentes en incorporan las denominadas monedas locales o moneda social. Se trata de una forma alternativa de complementar las deficiencias del dinero legal, tendente a inmovilizarse en ahorros acumulados o a migrar a otros territorios. Estas monedas procuran crear riqueza y bienestar social en las comunidades donde se implantan, siendo utilizadas los usuarios en un sistema basado en la confianza y vecindad. Se trata de una operación de trueque, en el que el consumidor pasa a ser prosumidor, (productor y consumidor). No tienen por qué considerarse como una medida antisistema en la medida en que tengan conversión a euros, e incluso, asociaciones de comerciantes o entidades públicas, pueden fomentarlas y facilitar su conversión. Obviamente, todo debe tener su justa medida, y si bien, sería positiva cualquier acción que fomente el comercio de proximidad, no podemos destinar grandes esfuerzos de gestión y económicos, a tal fin, pues restaría eficiencia a la medida. Una de las monedas sociales más antiguas en funcionamiento es el “Zoquito”, utilizada en Jerez de la Frontera desde hace más de una década, y que surgió emulando una moneda japonesa. En Gerona el “Res” es la moneda local que utilizan alrededor de mil usuarios, el “puma” en Sevilla, o el “henar” en Alcalá de Henares, dónde su uso se ha incrementado por su uso a través de una app del Smartphone. Pues eso, que ya mismo, nos tomamos el café y la tostada de picadillo, y preguntamos, ¿cuánto es? son dos lagartos y medio. Tome, quédese con la vuelta.