Dos cosechas encadenadas

08 oct 2023 / 09:31 H.
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Vamos ya para trece años y un día de relación. Suena, obviamente, a condena. Mi “amiga” Miastenia Gravis y yo convivimos, como cualquier pareja, con altibajos, encontronazos e, incluso, tiempos en que, directamente, nos ignoramos. Esos son, ya lo podéis imaginar, los mejores. Para los legos en la materia he de describiros a esa amiga, la Miastenia Gravis. La MG es una rara y sibilina enfermedad autoinmune que se encarga de dejarnos con la mirada entornada; la voz balbuceante; la sonrisa torcida; los párpados caídos; los músculos cansados; el sistema nervioso con actividad limitada; los anticuerpos en feria continua y otros “alegres y divertidos” síntomas —véase la ironía— que no nos permiten a veces sencillamente vivir. Cuando “ella” lo decide salta a los toriles desde el ruedo del día a día y nos embiste con eso que se llama “crisis miasténica”. En ese momento podemos tener serias dificultades para respirar, movernos o, en suma, seguir viviendo. Menos mal que siempre, o casi, hay un alma sanitaria dispuesta a insuflarnos de nuevo un soplo con el que continuar. Para el cotidiano “cordón sanitario” a la MG disponemos de un par de pastillejas, inhibidores de la colinesterasa, corticoides, algún inmunosupresor, chutes de inmunoglobulinas intravenosas y sesiones de plasmaféresis. Esto último no es otra cosa que hacer pasar la sangre por un sistema que elimina los anticuerpos que bloquean la trasmisión de señales nerviosas a los músculos. Pero todo ello solo mantiene a raya a “la fiera” sin que se puede hablar de curación. Bien es cierto que hay periodos como los que mencionaba al principio en los que estamos aparentemente asintomáticos, pero siempre con la duda de su regreso.

Los miasténicos, como grupo pequeño que somos, a veces nos reunimos para dar rienda suelta a nuestros sentimientos, poner en común nuestras experiencias y apoyarnos en la medida de lo posible. Algunos tenemos blogs, páginas en la red y publicamos artículos de vez en cuando para dar visibilidad a la enfermedad, como es el caso. Otros dedican tiempo, esfuerzo y hasta dinero para dar un paso más para hacer estudios y publicar libros con los que llegar a más personas, instituciones o centros de poder. Entre ellos, por citar solo algunos, están Juan Buendía con su “Mi historia con la Señora Miastenia”; Natalia Martín e Inés Monjas con su “S.O.S. Vivir bien con Miastenia” y más recientemente, casi salido de la imprenta, “Mis ángeles miasténicos” de LuisMy del Saz que he elegido como título de este artículo. Todos ellos abordan la enfermedad desde diversos ángulos, desde la propia experiencia personal a un detallado programa de bienestar emocional para afectados hasta, como es el caso del último libro citado, una colección de historias sentidas y vividas, unos testimonios reales de personas que sufren la MG y que tratan de superar ese estigma de padecer algo calificado como enfermedad rara o de baja prevalencia y que tiende a considerarse invisible por cuanto se desconoce socialmente todo sobre ella. En todos los casos se pretende dar visibilidad y generar empatía para con todos nosotros. El objetivo es conseguir que se activen mecanismos de investigación y alcanzar diagnósticos rápidos con lo que ello conlleva de mejora en la vida del afectado. Ojalá, entre todos, lo consigamos.

No será la peor cosecha de aceituna de lo que va de siglo, pero sí una de las más bajas en producción. Así se resume la presentación que la consejera de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural, Carmen Crespo, hizo del aforo que se prevé en una temporada que ya está en marcha. Son 550.600 toneladas las que se estima que habrá en toda Andalucía, 215.000 en la provincia de Jaén. La culpa la tiene el cambio climático, una pertinaz sequía que genera un déficit hídrico del 33% y temperaturas muy por encima de la media. Puede haber altos y bajos en los pronósticos que realizan los técnicos, pero todo hace indicar que no habrá los jornales que necesitan los jiennenses para contribuir a reducir las listas del desempleo en un invierno que suele ser la tabla de salvación de miles de familias. Es lo que tiene la excesiva dependencia al monocultivo del olivar. La falta de alternativas hará que muchos jornaleros busquen fuera de la provincia, incluso en el extranjero, el trabajo para suplir lo que habitualmente proporciona la recolección de la aceituna. Es una reclamación justa la que realizan las entidades agrarias, encaminada a establecer medidas excepcionales para el campo cuando se encadenan dos cosechas con datos catastróficos. Hay que tener en cuenta que el olivar necesita los mismos cuidados, o más, tanto si produce como si no, por lo que los gastos se incrementan sin que haya posibilidad de que los agricultores vean compensado el esfuerzo que realizan. Las administraciones públicas tienen que arrimar el hombro a quienes lo pasan mal en este momento con ayudas directas que contribuyan a solucionar parte del problema. Las consecuencias económicas y sociales de los datos que marca el aforo de producción oleícola serán nefastas para una provincia que vive y bebe de la fuente agraria, por lo que no queda otro remedio que hacer lo mismo que con otros sectores, tanto por parte de la Junta de Andalucía como del Gobierno.

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