número 40

    26 nov 2019 / 08:57 H.
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    El azar, que no la fortuna, le dio número redondo a Dolores este verano, cuando su ya casi expareja la asesinó, en ese contador con el que denunciamos la violencia machista. Han matado a otras 12 mujeres, de cualquier edad y condición, delante de los hijos o a espaldas de ellos, desde entonces, hace apenas 3 meses. Por lo que sabemos, Dolores, septuagenaria, buscaba una vida nueva, se había trasladado a casa de una hija, lejos de un marido del que quería apartarse. Las historias, en violencia machista, suelen tener muchos puntos en común. Dolores volvió al domicilio conyugal, acaso por algo olvidado, acaso por papeleo, acaso, como todo apunta, a por un teléfono móvil. Y ya no salió de esa casa. La discusión, si es que la hubo; la indignación del futuro exmarido, herido en su ego machista; el sentimiento que pudo experimentar de perder algo que siempre consideró como pertenencia propia... cualquiera de esos pilares que asientan el “o mía o de nadie”, el de “esta casa no sales” se cumplieron al pie. A Dolores la encontró su propia hija. Al asesino, casi atrincherado. Ni en Jaén, ni en ningún sitio, #niunamenos. Con una en 2019, sobra y basta.

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