maestría

    24 may 2023 / 09:00 H.
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    Podría decir tantas cosas de la amistad como aquella que no teme al tiempo ni a las distancias, que duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad. Y de esto hace gala un grupo de amigas de la infancia que tal día como hoy decidieron reencontrarse tras décadas separadas; navegantes todas ellas de mares distintos, bajo el mismo timón de una valiente Comandante. Esas personas que compartieron aventuras de colegio, tardes de carreras, juegos y bocadillos de chocolate en la calle. Cada una siguió un rumbo y decidió un destino cuyo germen se sembró y enraizó en el colegio. Y hablo de mi grupo de amigas y compañeras del Colegio Divino Maestro, 38 almas con los mismos años separadas, contando entre ellas a quienes nunca se fueron. Desde hace un año volvemos a unirnos en los ciberespacios mágicos que como pequeñas telarañas doradas nos llevan entre nosotras, para mí un golpe de aire fresco cuando más lo necesitaba haciéndome sentir cobijada por ellas en mis peores momentos. Por ello con palabras no se puede decir Gracias cuando es un sentimiento mucho mayor. La gran sorpresa de la vida es que nos mantengamos como una piña para ayudar, animar y cuidarnos de la forma que nos enseñaron desde niñas. Unas amigas y compañeras luchadoras, triunfadoras y con grandes valores, y desde el ciberespacio me quedo con ellas y en mi barrio.

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