Disfrutando de Jaén

    19 ago 2020 / 17:02 H.
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    Con motivo de la pandemia que estamos padeciendo, este año me propuse que los escarceos vacacionales los llevaría a cabo por nuestra provincia jiennense. Por solidaridad con nuestras gentes y por seguridad personal, si se trata de hacer turismo, dónde mejor que en nuestra tierra. Y he comprobado, con grata sorpresa, que son muchos los jaeneros que han pensado de igual forma. Ciertamente, nuestras sierras y pueblos han mostrado, este verano, un éxito desconocido, para la época del año en la que nos encontramos. Lucen preciosos. Sus gentes han demostrado ganas de gustar y de estar preparados para recibirnos. El boca a boca y demás formas de publicidad han atraído a verdaderas multitudes. Y hay que admitir que los negocios y las administraciones se han volcado para ofrecer interesantes alternativas de ocio. Reconozco, que, en contra de mi recelo inicial, han resultado ser unas vacaciones geniales, lo que ha incidido en mi promesa de repetirlas. El intenso y continuo contacto con la más pura naturaleza, el ritmo sencillo y plácido que se respira en ella, el olor a la tierra mojada del amanecer, el color limpio del horizonte cuando llega la tarde, la inusitada decoración natural del cielo en la noche y la sencillez del trato de las gentes de nuestros pueblos. Todo eso, y más, es lo que me ha reportado la experiencia de haber disfrutado unos días por los mágico rincones de nuestra tierra. Estoy convencida de que cada cual podríamos poner nombre propio a cada uno de los entornos pintorescos y apacibles que hemos visitado. Los paisajes escarpados y recónditos que parecen estar reservados, en exclusiva, para nosotros y los frescos remansos de aguas cristalinas e interminables, consiguieron disipar, por unos momentos, las prisas y la agenda. Mi enhorabuena a todos los que han trabajado este verano para conseguir que todo eso sea posible. Estoy convencida que para salir adelante sólo se consigue con el esfuerzo de todos y, quizá en los malos tiempos que atravesamos por culpa del maldito bicho, podamos aprovechar la sencillez de nuestra fisonomía y transformarla en una tesitura beneficiosa, o menos perjudicial de lo esperado.

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