Discursos de odio
No es la primera vez que comparto reflexiones sobre esta cuestión. Es un tema que más que ser recurrente parece marcar una tendencia a la que solo se le presta atención como fenómeno social en la que no termino de encontrar que se aporten soluciones desde lo personal y lo colectivo. No se identifican mensajes y políticas claras para que la ciudadanía asuma que es una responsabilidad de todas las personas que tenemos interés por convivir.
Una cultura de la paz no se construye como resultado del agotamiento de la “guerra”, del enfrentamiento continuo. La diversidad de ideas y el legítimo derecho a defender los intereses, no presupone que no existan límites. La democracia es un acuerdo para defender los intereses colectivos. De ahí, que existan procedimientos para dialogar, la toma de decisiones y el respeto a las opciones desde la discrepancia. Son los valores de la cultura que hemos elegido. La identidad con la que nos reconocemos está en ella. Para su construcción se requiere una narrativa, un relato. La narrativa implica escucha activa de su contenido. No se entienden expresiones de un exvicepresidente de gobierno insultando a la vicepresidenta del gobierno actual sin argumento político. O las de expresidentes del gobierno reforzando la idea de que España se rompe en cuanto se presenta una propuesta distinta a su modelo territorial o de gobierno. O las palabras amenazantes que sean escuchado en sesiones parlamentarias contrarias a la convivencia y diversidad de ideas.
Con estas actitudes, se comprende que a un periodista le retiren un premio antes de entregárselo porque dicen que defiende en un documental las acciones de ETA sin verlo; que un individuo increpe a un parlamentario en un tren y al que un representante del partido político adversario lo considera culpable del hecho, en lugar de rechazar el acto. Estamos asumiendo la dinámica de desprecio, de odio. Se confunde información y opinión de esta, poco contrastada en la mayoría de las ocasiones, como narración. El discurso que construyen los partidos políticos cuando adoptan esta perspectiva, convierte a votantes en hooligan. Y todas sabemos cómo termino la tragedia de Heysel. Buscan la frase, un tweet, para salir en noticiarios y redes de forma inmediata, captando la atención emocional de personas sin reflexión, como identidad personal y grupal. Es la idea de enemigo que expresa Umberto Eco: “Enemigo a quienquiera que no perteneciera a su grupo, con tal de reconocerse como tales”. No favorece la convivencia ni la comprensión del que piensa o plantea ideas distintas. No edifica la narrativa de lo que es convivir en España. Asumir pasionalmente relatos construidos desde lo que se denomina el sesgo en la conducta de encuadre, adoptar una posición hacia algo sin analizar la información solo por el valor que damos de donde nos llega, que a su vez alimenta opiniones distorsionadas no puede considerarse un relato que construya una narrativa. Es una distorsión de la realidad que el filósofo Han indica que “representa un síntoma patológico del presente”. La narración de nuestra identidad democrática requiere tiempo y paciencia para la escucha y comprender la complejidad del relato y sus actores. “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Acta fundacional de la Unesco.