Dignidad y autonomía

16 oct 2024 / 11:39 H.
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Las personas tenemos la necesidad de descubrir qué hay tras los fenómenos. La curiosidad es un medio para garantizarnos seguridad en el mundo que nos rodea. La búsqueda del conocimiento nos permite evolucionar frente a su manipulación por resistencia al mismo, promoviendo la ignorancia en defensa de determinados intereses. Saber qué es una persona, su naturaleza, ha sido recurrente para el ser humano. Nos sentimos personas cuando podemos relacionarnos y se nos reconoce. Es nuestra dignidad. Es el desarrollo de nuestra personalidad en libertad, sintiendo que somos responsables de la toma de nuestras decisiones, poseedoras de derechos que nos garantizan igualdad y nos permiten ser reconocidos en las relaciones con las demás reforzando la autoestima. La dignidad, esencia de la persona, se describe por la revisión de la ignorancia. Ser juez y parte favorece los sesgos que interpretan la realidad a favor del interés individual y no del social. Debe ser objeto de la ciencia. Por Dependencia se entiende la “Situación de una persona que no puede valerse por sí misma”. ¿Creen que enfocamos adecuadamente la situación de las personas dependientes?

La libertad y autonomía de las personas dependientes siempre se ha visto como un tema externo a ellas. Históricamente se les ha considerado incapaces y sin responsabilidad. Paternalmente, por su bien, se ha asumido su incapacidad de decisión propia. La ley de la Dependencia y autonomía personal expone otra realidad que garantiza los derechos, su atención no es voluntaria y graciable moralmente. No se trata de satisfacer los intereses de quienes buscan beneficiarse a través de la sumisión del dependiente o reconocimiento moral de terceras personas. Sin recursos, o su retraso, poco se facilita la autonomía, la dignidad, la igualdad y los principios del estado basado en los derechos y el bienestar. Estos no pueden ser expectativas sino realidades. El Estado del Bienestar debe asegurar derechos sociales básicos y no interpretarlos desde una visión individualista, donde la satisfacción de estas necesidades básicas son responsabilidad de cada persona. Introducir discursos sobre porcentajes en el compromiso de los recursos necesarios es no asumir por parte de todos los implicados partidos políticos y distintas administraciones; a la vez que ignorar a los afectados y técnicos responsables del proceso de gestión y desarrollo de la prestación de la dependencia es favorecer la desigualdad, la pérdida de autoestima, el estatus social, favorecer la vulnerabilidad de las personas. Reescribir el concepto de Justicia Social. ¿Cómo se justifica? Negando las evidencias, favoreciendo la conciencia colectiva de ignorancia voluntaria y activa para desviar las razones reales. El fin es asumir la gestión lenta, burocrática y financiación imposible como un hecho inevitable. Resultado, estancamiento del derecho a la dignidad de las personas dependientes y quienes les atienden. Tres de cada cuatro personas que solicitan la excedencia por cuidar a familiares son mujeres. Mientras tanto, solo pensamos en “el próximo puente”. Imagen de una sociedad expresada JC Ruiz: “Una posfelicidad que será el principal indicio del síndrome de indigencia mental que por momentos nos afecta”. Igual prestamos atención cuando leamos en un muro: pidamos lo imposible. Derecho a la vida digna como una inversión, no como un gasto.



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