Dickens en las estrellas

    24 dic 2024 / 08:54 H.
    Ver comentarios

    Cuando iban desapareciendo del lienzo celeste las estrellas del triángulo estival —Vega, Deneb y Altair— llegaban las noches frías y claras de azul cobalto que dejaban aparecer por Oriente la constelación de Orión. Era un espectáculo nocturno que maravillaba sin cegar, al contrario de los actuales alumbrados apoteósicos de ciudades inhabitables. Ese espíritu del pasado se me aparece en ansiosas esperas de andenes, olor a leña de olivo, titilar de ascuas en el brasero y ruidos de voces infantiles que montan un circo armando el Belén. Sin darnos cuenta se va el perfume de la juventud y aparece un presente donde las sillas, ahora más lujosas que aquellas de anea, muestran el vacío de un agujero negro en mitad de aquel universo que fue una nebulosa de alegría alejada en el tiempo. El futuro incierto provoca un frío interestelar ante cuya intemperie solo nos queda el calor de un abrazo o arrimarse al fuego invernal con las letras de Dickens como eterna compañía. Eso y que los magos de Oriente nos dejen como regalo las noches de paz que dejaron en la memoria almas de carne y hueso que se echaron a volar. En el silencio de otra noche mágica de diciembre seguirán brillando las mismas luminarias desde el río de la Vía Láctea al cinturón de Orión cuando volvamos a ser polvo de estrellas.



    Articulistas