Dices tú del apagón

    01 dic 2021 / 17:24 H.
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    Cenando con velas y no por capricho, con el abrigo o el anorak puesto y mantas en las piernas para combatir el frío; las calles solitarias salvo algún viandante provisto de linterna; a la luz de la luna menguante, porque ya no nieva como antaño, duermen miles, millones de bombillitas, tan precavidamente colocadas con tiempo, colgando de sus soportes a la espera de un fluido eléctrico que no llega. Todo a oscuras, todo parado. ¿Se lo imaginan? Tétrico pero posible. Qué flaca es la memoria del humano. Hace apenas un mes el apagón eléctrico mundial y cómo afrontarlo era la gran noticia que llenaba las páginas de los periódicos y los minutos del telediario. Quien más quien menos se aprovisionaba ante la posibilidad. Ahora ya lo hemos subestimado y la noticia es otra, opuesta y contradictoria a la anterior: el encendido de las lucecitas que anuncian el periodo festivo navideño. La costumbre ha ido cambiando y de encenderse días antes de que los niños de San Ildefonso canten su letanía ilusionante, se ha adelantado hasta el último tercio de noviembre. Claro, hay que dar vistosidad a tanto gasto en decoración lumínica en la que se han empeñado los ayuntamientos. Los grandes, incluso, compiten en una carrera para ver quien luce más. O quién despilfarra más. Ese derroche en iluminación, común a escala en cada pueblo o ciudad, es, a mi modo de ver, una insensatez. Con la luz a un precio como nunca se ha visto, lo sensato sería contener el consumo como se hace en cada hogar, y las administraciones deberían dar ejemplo. Además, que los ediles se lo puedan permitir con los impuestos de todos, no quiere decir que deban tentar a la suerte; el incremento desmedido de energía, con esos grandes picos de demanda, puede contribuir a colapsar el sistema energético que nos conduciría al temido apagón. Por otro lado, resulta un tanto indecente ese gasto superfluo mientras algunos hogares se ven apurados para hacer frente a la factura de la luz. Seguro que el espíritu de la Navidad no se resiente con menos dispendio. En fin, predicar en el desierto; carpe diem y que “truene por dondequiera” que dicen en mi pueblo.

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