Día tercero

13 mar 2019 / 11:15 H.

Tarde profunda, insondable. Una cáfila de cofrades cruza la plazuela. Huele el templo a flor recién cortada. Ternura de madre amorosa que viste de reina al pie de la cruz, mientras se clava en ella, como ardiente daga, cada frase del varón de dolores. No habla, muda de espanto y dolor. Tan solo atiende a las palabras del Justo que taladran sus entrañas de madre. Desde su atalaya cósmica, unión del cielo y la tierra, Jesús la hace madre adoptiva del niño apóstol, por tanto, de todos nosotros.

En este momento recuerdo a aquellas mujeres que fueron sus camareras en tiempos sombríos, difíciles; mis primeros pasos cofrades jaeneros. Filomena, la mujer de Manolé; Francisca Aguilera, fidelidad y prudencia, Rosario Méndez, elegancia y buen estilo... Representan en mi memoria a tantas otras que las precedieron, y a las que han continuado su labor hasta el día de hoy, ubicando a la madre de los lirios expirantes en el lugar que corresponde a su realeza. Pronto conmemoraremos el XXV aniversario de su llegada desde tierras sevillanas. Serán días de júbilo compartido porque ha pasado tan solo un cuarto de siglo y ya es una jaenera más. “Hijo ahí tienes a tu madre”. Así debemos mirarla, como madre y señora, como ancla de firmeza en épocas confusas, como esperanza de cantos de gloria, cuando aplaste con su calcañar la cabeza de la sierpe que ronda nuestro mundo para confundir a sus habitantes y robarles toda esperanza.