Día segundo

    21 mar 2020 / 15:38 H.
    Ver comentarios

    Estado de alarma. Desazón jaenera. La Puerta del Perdón es un muro para los fieles y devotos del Señor de la Buena Muerte. Pero ellos desafían tal clausura, pues saben que la imaginación vuela libre, más allá del tiempo y el espacio. Por eso celebran en una asamblea de forma telepática, el segundo día de cultos, hoy iba ser dedicado a la Madre angustiada, la ternísima talla pasionista, desmayado funeral de la belleza, que navega sobre su velero de plata un tibio océano de luz primaveral cada Miércoles Santo, con la cruz desnuda de palo de mesana, y el sudario como vela mayor enredada al madero redentor.

    Ella, plañidera azucena de marfil, ya no tiene lágrimas. Rememora el anuncio del ángel, y la espada predicha por Simeón, pero, a pesar del dolor sigue esperando confiada los designios divinos.

    Los hermanos blanquinegros este año no podremos rendirle culto hoy, ni trasladarla con ternura, días después, hasta su paso procesional. Tampoco podremos vivir con los ojos velados de lágrimas, el regreso al templo de su grácil navío de luna limpia, mientras las notas de
    “Angustias Madre” se claven como ardientes puñales de pasión en las entrañas cofrades.

    Pero sabemos que está ahí, siempre presente, cuidando de nuestra existencia. Ella es pasión de madre; un amor fiel que no huye ante el sufrimiento, un amor confiado a la ternura divina, pues sabe que para él no hay nada imposible. El amor vence siempre, porque, como decía el papa Juan Pablo II a los jóvenes chilenos, en un memorable discurso pronunciado en abril de 1987: “Cristo ha vencido, aunque en ocasiones ante sucesos y situaciones concretas pueda parecernos impotente. Cristo parecía impotente en la Cruz, pero Dios siempre puede más. ¡Siempre!...”

    Ella abarca hoy la soberanía inmutable del tiempo. Nos guía y protege. Puede que esta pandemia del coronavirus sirva para humanizarnos. Nada sucede al azar. Conviene revisar tanta soberbia humana. ¡Salve Regina!

    Articulistas