Detener la ira

16 mar 2019 / 11:05 H.

Para penetrar en las entrañas de cualquier pueblo de nuestra provincia durante la posguerra civil española es obligado leer la novela histórica “Cae la ira” del escritor granadino Antonio Lara Ramos. Con valentía el autor nos traslada a través del túnel del tiempo a una época convulsa en la que el caciquismo prepotente y vengativo marcaba vilmente el presente y devenir de los vencidos. Antonio circunscribe el relato de los hechos a Noalejo, el pueblo que le vio nacer. El escritor relata, entre otros temas, un suceso trágico que le contó un familiar en el que un “hombre bueno” fue asesinado. La víctima de esta barbarie se llamaba don Pedro Anaya, médico del pueblo, que fue asesinado por el cacique de turno cuando ejercía de alcalde por nombramiento del gobernador civil de la provincia. Por no plegarse a sus intereses y caprichos le mató, jactándose de su macabra hazaña de manera chulesca en la barra de los bares del pueblo. La novela “Cae la ira” es una tragedia de odio que nos debe servir de lección magistral para que esa etapa negra de la Historia de España jamás se repita.

Con pluma elegante, Antonio Lara logra contextualizarnos en el tiempo de la miseria empleando un estilo sencillo de escritura, pero minuciosamente escogido, en el que el vocabulario de la gente llana y sus expresiones populares nos traslada a unos tiempos que da la sensación de continuar viviendo. Aquella humilde gente sobrevivía trabajando de braceros del campo, otros de estraperlistas y en general en todo lo que surgía. Uno de los personajes principales de la novela es Mariano, tío del escritor, que con ojos de niño le relató ya de mayor cómo sucedieron los hechos trágicos (dando la casualidad que en ese viaje el niño Mariano sustituyó a su hermano mayor como acompañante de su padre). El padre, como tantas veces, cargó de tabaco de estraperlo a la burra de la casa que les ayudaba en el cometido. El trayecto era largo, peligroso y duraba varias fechas. En ese día salieron de Noalejo, pasaron por Campillo de Arenas, La Cerradura, La Guardia, Jaén, Grañena, Las Infantas, Mengíbar... y terminaron en Bailén que era el punto neurálgico de la venta del producto. Luego, tocaba volver con lo recaudado. Al regresar del sufrido viaje, subiendo la cuesta de Campillo de Arenas y llegando a Noalejo, se quedaron estupefactos al escuchar la noticia de la muerte del regidor.

Al leer esta novela se vuelve a demostrar la imperiosa necesidad de mantener vigente la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía como un instrumento esencial para “detener la ira” e impartir justicia con las víctimas del franquismo. Pero... el emergente partido ultraderechista Vox quiere seguir cosechando votos a costa de tergiversar deliberadamente la finalidad de la ley e insiste en la derogación total de la misma; llegando incluso a amenazar a los dos socios del gobierno andaluz con romper los acuerdos de investidura. Y es que, respetando las muy distintas posiciones políticas existentes del abanico democrático actual, ha llegado el momento de votar y saber dónde y con quién está cada uno.