Desgarro social

    25 nov 2023 / 08:58 H.
    Ver comentarios

    Una mañana soleada que invitaba a disfrutar del tiempo otoñal, iba yo a comprar el pan como solía decir Paco Umbral y, a la vera del quiosco de la esquina donde también suelo comprar el periódico, me senté en la terraza del bar con la sana intención de ojear los titulares mientras tomaba un café expreso como tengo por costumbre desde que me prejubilé hace ya bastantes años. A esa hora, la terraza de dicha cafetería de barrio está muy concurrida y tiene todas las mesas ocupadas por grupos de personas, la mayoría trabajadores de las oficinas y establecimientos de alrededor, que toman el desayuno mientras hablan desenfadadamente de todo lo divino y humano. Ajeno a ese bullicio cotidiano, mientras ojeaba los titulares del periódico, me llamó la atención un artículo de opinión que hacía referencia a la convulsa situación política que estamos atravesando. El autor decía que la estrecha relación de causa y efecto entre el proceso de investidura y la ley de amnistía está produciendo una confrontación que puede llegar a ser un desgarro emocional irreversible para la sociedad española en su conjunto. Como era de esperar, el susodicho artículo de alguna forma expresaba la opinión mayoritaria de la sociedad, según el criterio editorial del diario de marras, algo que los lectores ya sabemos que ocurrirá casi siempre cuando nos decidimos por una u otra cabecera. De hecho, es bastante razonable suponer que la ideología de cada lector, por muy informado que pretenda ser, le lleva a elegir qué prensa comprar a diario y qué otra descartar por sistema. Estaba en estas cavilaciones, ya a punto de marcharme, cuando en la mesa del al lado, que acababa de quedarse libre, se sentaron dos hombres mayores, más o menos de mi edad y pelaje, con pinta de jubilados de esos que pululan todas las mañanas por las calles de cualquier ciudad intentando hacer ejercicio físico mientras comparten batallitas de los nietos y comentan vivencias comunes y opiniones sobre temas de actualidad. Pidieron dos descafeinados con leche y de inmediato comenzaron a hablar del mismo tema al que hacía referencia el autor del artículo. La situación política, la investidura, los pactos y sobre todo la amnistía. Dado que hablaban con franqueza y en un tono bastante cordial, yo que soy de natural curioso, consideré que podría ser de interés continuar sentado mirando el periódico e intentar escuchar de forma discreta las razones que cada uno de ellos exponía sobre un tema tan candente y de tan rabiosa actualidad. Lo primero que sucedió es que ambos se declararon votantes del partido socialista con el consabido “como bien sabes” por delante. De este hecho ninguno de los dos tenía duda, pero de inmediato comenzaron a discrepar sobre el asunto de la investidura que al parecer era motivo de debate entre ellos porque cada uno tenía una opinión muy diferente. La conversación fue cambiando de tono y se convirtió en una trifulca dialéctica en la que ambos intercambiaron frases bastante fuertes tales como: “no tenéis referente moral alguno” “seguís las consignas de un tipo sin escrúpulos” “eso es lo que dicen los fascistas” “¿qué quieres que gobiernen los de siempre?” “los que permitís eso aceptáis ser ciudadanos de segunda” “siempre hemos defendido la igualdad entre todos los españoles, la libertad y la solidaridad, eso es el socialismo” “ahora ese al que seguís va a conseguir el poder hundiendo al partido” “no hay alternativa, o eso o que gobierne la derecha” “la verdadera razón de la amnistía es el interés personal del candidato y el prófugo” “con gente como tú es imposible hablar de lo que está sucediendo” “me estás insultando cuando me comparas con los fachas” “mejor dejamos de hablar de política porque nos vamos a pelear”.

    En ese momento, uno de ellos se levantó, entró al bar y salió diciendo “vámonos que ya he pagado y no tengo ganas de seguir hablando”. El otro le contestó que quizás era lo único sensato que había dicho en toda la mañana y se marcharon calle abajo con cara de enojados. Me quedé pensando que negociar para proponer la amnistía siguiendo el principio de hacer de la necesidad virtud ha conseguido que el problema entre los catalanes se haya convertido en un conflicto muy serio entre todos los españoles.

    Articulistas