Desengáñate, curro

02 may 2019 / 11:55 H.

Tras unas elecciones lo que toca es valorar tanto los resultados finales como la incidencia que en ellos hayan tenido los mensajes y las estrategias de la campaña de cada partido. Hay quien saca conclusiones rápidamente, pero ante una cuestión tan personal como la del voto —que tiene tantas posibles motivaciones para darse o para negarse—, ante el aumento de las opciones —con mensajes más intercambiables de lo acostumbrado—, y observando el momento que vivimos de despunte de unos o crisis de otros, parece claro que no andamos, como en otros tiempos, ante dos visiones mayoritariamente claras de la política española. Ningún partido roza las mayorías de otros tiempos, sin que ello quiera decir que no haya habido ganadores y perdedores, por supuesto. Excluyendo en esta valoración a aquellos que no juegan a ser España sino a romperla. Aquí, como sucediera en todas las elecciones, la que siempre decide los cambios es la que se suele llamar “tercera españa”, que podría ser esa que no vota siempre a los mismos. En los toros se suele decir que al buen aficionado le cabe más de un torero en la cabeza. La “tercera españa” está ahí de siempre. Y no está totalmente recogida o agrupada porque cabe en más de una y en más de dos opciones políticas de las que hoy tenemos. Que nadie piense que es un invento suyo. Tampoco es exactamente moderna, liberal, conservadora o socialdemócrata, aunque tiene claros conceptos como la unidad de la nación y la igualdad de derechos de los que vivan en cualquier parte de su territorio. De cualquier forma, cuando vas a los toros confiado en que triunfe aquel que representa tu forma de entender el toreo, más clásico o más revolucionario, y sales trasquilado, te vienes un poco abajo. Pero la fiesta sigue y los conceptos propios del juego democrático también. No siempre que se torea con la verdad por delante se cortan orejas ni todos los que cortan orejas torean bien. No siempre el éxito está ligado inexorablemente a la razón o a la verdad. Pero lo que está claro es que, en democracia, gana el que más votos saca. Hablando de toros, destaca en estas elecciones la salida al ruedo político de unos cuantos toreros, creyendo algunos que eso iba a suponer un tirón de votos. Por supuesto estaban en su derecho, dado el acoso y el peligro animalista que tenemos por delante. Pero salvo vocaciones políticas tipo Mazantini, “el señorito loco”, que fuera hace un siglo además de torero, violinista, concejal y gobernador civil, no hay demasiados ejemplos en la historia. La fiesta tiene problemas por sí misma, y graves. Y son sus propios elementos los responsables, empezando por los toreros. Qué buen servicio harían defendiendo la integridad y la verdad dentro de su propio ámbito profesional. Cuando Cúchares se metió a ganadero, por cierto, con el mismo penoso resultado que los toreros metidos en política estos días, le dijo un día al Duque de Veragua: “Ahora verá osté lo que es criá toros güenos”. Y el Duque, moviendo la cabeza, le respondió: “Desengáñate Curro. Las buenas guitarras nunca las han hecho los tocadores”. Pues eso, zapatero a tus zapatos. O lo que es lo mismo, Morante, a torear de verdad a Madrid, sin poner pegas, que es donde únicamente puedes poner —como ya lo has hecho— a todo el mundo de acuerdo. Con tres verónicas y una media de las tuyas sería suficiente.