Desde lo más profundo de nuestras entrañas (con motivo del Día Internacional de la Danza)

29 abr 2020 / 13:06 H.
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Esta tierra nuestra de Jaén, esta provincia nuestra del Santo Reino, este basto territorio, tan igual, tan distinto, este lugar enmarcado en el Alto Guadalquivir. Esta tierra nuestra tan andaluza y tan castellana a la vez, Tan manchega y tan murciana, tan variada y donde ese es su verdadero misterio y su verdadero tesoro que muchos aún no han sabido descubrir y donde nosotros mismos denostamos buscando otros estilos y otros gustos foráneos, mal imitados, mal copiados, tiene y posee como honra y orgullo ser tierra de enormes manifestaciones culturales, etnográficas, folclóricas y festivas muy difícil de definir. Nuestra tierra a pesar de los grandes avatares históricos, desigualdades sociales y económicas, enormes injusticias, etcétera, siempre ha demostrado desde lo más profundo de nuestras entrañas, la manera de manifestar su alegría interior, su amor a la vida, la celebración de lo positivo, de la muerte, del amor, del sufrimiento y del sudor de su trabajo.

Las danzas, los bailes, los cantes, han manifestado de una manera contundente, la misma expresión, propia del ser y sentir de las gentes de nuestro Jaén, sin cortapisas, sin censuras, con la total libertad del mismo hombre y mujer que unidos expresan el total sentimiento del momento que se vive al instante.

En Jaén y su reino, esta manifestación popular, supone la misma expresión del ciclo vital y desde el nacimiento hasta la muerte va unido durante generaciones a la propia idiosincrasia del propio jaenero.

La Sierra de Segura, antaño perteneciente al Reino de Murcia y provincia marítima que surtió de maderas, carbón y lanas más allá de sus fronteras, es una chispa vivaz y alegre en sus manifestaciones. Los pies, los brazos, los giros y los rasguños de guitarras y crótalos, irrumpen como una centella alegre en las noches cortijeras que rompen mezclando malagueñas, jotas, seguidillas, manchegas y gandulas, siendo un alarde de poderío, de amoríos y pullas entre todos, prolongando las fiestas hasta que, la candela y la matanza ha sido consumida. Siempre terminarán sus bailes con un abrazo entre los bailarines, porque en este rincón de Jaén recóndito,
auténtico y virgen todavía, aun se consideran los vecinos como hermanos.

Desde el Adelantamiento de Cazorla que, hasta época reciente perteneció a esta tierra castellana, la elegancia, el ritmo, la seriedad y sobriedad se hacen patentes en los ritmos monótonos y cansinos de fandangos “robaos”, en tangos, en “dos caras”, entre mazurcas y polcas se jadean entre ellos: ¡lo bien tocao!, ¡lo bien bailao!, ¡lo bien cantao! Mientras el andero curtido de piel sigue marcando el ritmo. Porque es tierra agradecida, porque es tierra de pan y candela, de abrigaores, de varios refajos de cintas de terciopelo, de tembleques en el pelo y de sombreros de castor y terciopelo de ala ancha.

Más al sur, una sierra inexpugnable, nos muestran otro estilo bien distinto, más hacia adentro. Valdepeñas de Jaén llora y rechina sus dientes cuando se interpreta su “Fandango suelto” porque es la danza y el cante hecho oración misma, y lo siguen haciendo, donde el contrapunto lo interpone y es dicotomía en los fandangos andaluces de Charilla, “El rajao” de Los Noguerones, porque aquí la guitarra, las cintas de colores y las castañuelas demuestran que sí, que Jaén si es andaluz.

En Despeñaperros unos sones ilimitados con cántaro y alpargata rompen nuestros tímpanos cuando “Los campanilleros” irrumpen en la Navidad con sus voces casi rayando los tonos operísticos.

Es provincia la nuestra refinada, culta, en recia tierra. Las puntas, los chasquidos, el revolotear de los pies nos congelan la sangre. ¿Cómo cortijeros, arrieros, ganaderos y labradores pueden ejecutar los pasos de las decenas de boleros que se extienden en toda la provincia? Pregunta sin respuesta. Imitando a bailarines de escuelas boleras de Sevilla, Córdoba y Madrid se bailan en Jaén los boleros de Mancha Real, Villacarrillo, Úbeda, Baeza, Úbeda, Venta de los Santos, Villargordo, Torreperogil... Que alguien me responda la pregunta, porque no hay más belleza y elegancia que los boleros de nuestra provincia, por siempre, ahora y desde antaño.

Al calor de una
lumbre, con pellizas y toquillas de lana, con sabor a aceituna y el chasquido del ramón del olivo, no hay nada más nuestro, más auténtico y popular en toda la provincia que esos bailes de corro, en círculo mediático,
unidos de las manos, con coplas roncas y refinadas a la vez que... nuestros melenchones, correnderos y canciones de corro que nos identifican como pueblo alegre y festivo, siempre fuerte ante toda adversidad. En los Villares ha muerto un niño y no se llora. “Angelicos al cielo, chocolate a la barriga” y se baila la jota.

Así es Jaén, así es su manera de manifestarse, con sus cantes, sus danzas y sus bailes, desde lo más profundo de sus mismas entrañas.

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