Denominador común

    04 feb 2021 / 12:30 H.
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    Más allá del cálculo de hallar el máximo o mínimo denominador común de un número, que además no viene al caso, me gustaría encontrar la palabra que denomine a la actitud predominante de lo que está pasando en España por la pandemia y que tiene que ver con lo que es la política en sí, para qué es y para qué sirve. La tarea no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que eso ya lo han estudiado muchos que saben de lo común y de lo específico. Desde la percepción ciudadana simple y llana, (que no simple), expreso mi incredulidad hacia lo que estoy viendo y escuchando a los medios que tienen la capacidad de informar verazmente sobre las realidades que nos toca vivir. Si existe un denominador común que pueda definir qué nos está pasando como país, éste es el de la insolidaridad y patrioterismo. No se entiende que ante la llegada de esta gran pandemia, una gran parte de nuestros representantes públicos, estén demostrando una y otra vez una desunión y confrontación terribles, para sacar tajada política de esta tragedia en la que llevamos sumidos un año, y con perspectivas de cobrarse al menos otro más. ¿Dónde está el buen hacer de la política que teje acuerdos y aúna esfuerzos para luchar contra esta lacra?. ¿Dónde la lealtad institucional, la ética y la estética?

    Desde el principio pensé con esperanza que nuestros representantes llegarían a una especie de “Pactos de la Moncloa”, para sacarnos o hacernos fuertes a la hora de encarar a la enfermedad y así evitar además la ruina económica. “Yo ciego por verte a ti tuerto” es lo que impera. Mentiras, medias verdades, barbaridades que se oyen, y nosotros aquí, poniendo nuestro granito de arena y cumpliendo con aquello de “me cuido, te cuido, os cuido” y ayudarnos todos en esta difícil tarea de acabar con el virus y salir de ésta evitando “mis muertes, tus muertes, nuestras muertes”. Sigo sin dar crédito. En un principio pensé que conforme se fuesen engrasando las piezas, todas ellas encajarían como si de un puzzle se tratase y llegarían a formar un todo fuerte y trabado para luchar contra la pandemia. Error. Con cada ola, desescalada, ola y vacunas, nuestros representantes se han ido forjando en una lucha cuerpo a cuerpo. Primero “no” al confinamiento, después “no” a la desescalada programada, más tarde “sí” salvemos el verano, al tiempo ¡cogobernazna! Gritaban las autonomías, después no la queremos. Otra ola, salvamos la Navidad cueste lo que cueste y llega la gran esperanza la vacuna. Ahora volvemos a tener carne fresca para que sigan armando peloteras a cuenta de algo tan sensible y levantar sospechas a diestro y siniestro. Un calvario. Por cierto, debería de haber vacunas de sobra, puesto que al principio había según las encuestas que se cuajan unos y otros un casi cuarenta y tres por ciento entre negacionistas y gentes que no se las querían poner, por si nos insertaba un chip para cambiarnos el ADN o controlarnos de por vida. Eso y más lo hemos escuchado todos, menos el que no quiere oír. Y así, pasito a pasito los hay que han intentado que no nos llegasen los fondos europeos para salvar la economía, y los hay que quieren seguir bloqueando por estrategia política y electoralista. De esto pecan todos, pero es cierto que unos más y otros menos. Ahora que tenemos la oportunidad también de conseguir derrotar al independentismo en Cataluña, resulta que la campaña que se ha iniciado es para evitar que el PSOE pueda suponer un desgaste importante para los independentistas. ¿Cómo se come esto?. Desgraciadamente nuestro denominador común no es otro que la insolidaridad y el patrioterismo.

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