Del Jaén flamenco

20 nov 2021 / 16:42 H.
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Juan Antonio Ibáñez

Desde esta ventana abierta a Jaén, hoy nos asomamos a ese gran mural cultural que es Andalucía. Nuestra tierra, que es historia, leyenda y vida, se ubicó en el paisaje de la tradición que nos envuelve y crea lo que pudiéramos denominar parte del hecho diferencial andaluz. Ese hecho es el flamenco. Cabe argumentar que el origen popular, y se diría marginal del flamenco, nunca fue obstáculo para que junto al pueblo llano, intelectuales, artistas y escritores se sintieran hondamente atraídos por su autenticidad misterio. Y es que el Sur, fue y es, cobijo y escenario de definitorios aconteceres que han dado como respuesta un rotundo y sin igual legado artístico, el flamenco. Arte de universal reconocimiento. Arte que acude ya, a escenarios, palacios y estancias, que con anterioridad solo habitaban otras músicas, entre ellas la llamada gran música o música clásica. A este respecto conviene señalar, reflejar, como grandes compositores: unos españoles, Falla, clásico y flamenco, Isaac Albéniz, Joaquín Turina, Enrique Granados, Ángel Barrios. Y aquellos otros viajeros incansables que vienen al sur para conocer y asumir nuestro crisol de culturas, nuestro patrimonio cultural andaluz. Me refiero a los compositores, Nicolai Rimski-Korsakov, Mijail Glinka, Debussy, Bizet, que, como hemos reseñado acuden al flamenco en la búsqueda de aquellos ecos, que antes no fueron admitidos en el pentagrama de los sueños imposibles y que más tarde enriquecieron creaciones de avanzados músicos tanto en formas, conceptos y contenidos. Así de esta manera tan natural se hermanan flamenco y música clásica.

Y quisiera señalar, brevemente, que las peñas son uno de los principales vértices sustentadores del cante, el toque y el baile. Su actividad se puede considerar esencial para mantener el flamenco donde está. Las peñas como aulas para el estudio y la investigación o sencillamente para la afición que desea conocer para luego ser portavoces de nuestro arte. Necesario es hablar de sus concursos, que forman a modo de regla imprescindible, donde anida la pureza, la raíz, el vértigo de la realidad que nace y permanece. De aquí el flamenco se abre para que el frondoso árbol de la creatividad, nos enseñe la verdad incontaminada. El flamenco en sus formas y contenidos. Las peñas como esa reunión de cabales, abiertos al crepúsculo de la mañana. El aficionado pendiente del ay de un lucero, el cantaor que redime a veces su insegura respuesta. El flamenco, vida y muerte que diría el hermano Fernando Quiñones. O la apasionada belleza de la queja según mi criterio. Hablamos de flamenco. Hablamos de arte, todo desde Andalucía. Manuel Machado es el responsable de páginas entrañables donde el verso se hace voz, para describir la realidad andaluza, en su acento popular y flamenco a la vez. Se recuerda: Vino, sentimiento, guitarra y poesía,/ hacen los cantares de la patria mía./ Y la guitarra observa,/ y a su manera, aplaude./ Cantares./ Quien dice cantares, dice Andalucía.

Necesario es traer a nuestro encuentro a un grupo de poetas que con el nombre de generación del 27, entendieron que la cultura debe acercarse a lo popular para, desde este criterio, llegar al flamenco, y plasmar, en imágenes literarias, la razón de un Arte, que cada noche acude al tablao redentor de todas las penas del universo. Y el poeta, como adivinador de intuiciones, como escribano de inspiraciones fijadas en el momento que la emoción determina, llama y proclama la verdad que define la voz. Alberti ofrece el verso al cantaor de flamenco, José Menese: Mis ojos que tanto vieron/ nunca llegaron a ti/ porque para ti murieron./ Ven a Granada. Y Granada,/ que estaba cerca, que lejos/ se fue aquella madrugada.

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