Del arte y sus sesgos

    06 nov 2023 / 10:02 H.
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    Las Academias no suelen ponerse de acuerdo, unas a otras se miran en cuanto hace a líneas y conductas de ética y estética. En el caso del autor japonés Haruki Murakami, el galardonado escritor y último premio de Literatura Princesa de Asturias, debe poseer alguna partícula de sensibilidad que lo envuelve en un clima de equidistancias poco adecuada para lograr estimaciones unánimes. Parecería que este escritor, tan cuidadosamente metódico, como despegado de orquestaciones gremiales, con un respeto profesional alzado sobre el centro de dos hemisferios culturales cuales son el de sus originarias tierras de nacimiento y el que constituye la nervadura de Occidente, no ha recibido igual consideración en Oviedo que en Suecia... Podíamos contemplar el universo de esta personalidad de las letras en paralelo al de otros artistas, cuyo reconocimiento queda situado en ese umbral de las sombras que, misteriosamente, se deja avistar ante esa luz que bendice la constante de numerosos creadores. Personas, también es cierto, envueltas en una porosa oquedad habitada por el devenir de conductas deudoras de una sociedad delirante sostenida por intereses que tienen que ver con la inercia de practicar la lógica de ese poder omnímodo que, maquillado de bohemia y transitando por la posvanguardia, no duda en gestionar el horizonte de la ultravanguardia decidida a fomentar cualquier sustancia que, sin dejar atisbo de complicidad alguno, pueda crear deterioro en el concepto “cultura”. Nombre vapuleado e impreciso desde que aquellos muy venerados ilustrados foráneos pusieran en guardia a los del interior, llamados de la violeta por Cadalso. Personajes un tanto atildados empeñados en regular el prestigio social en dos bloques con letal desventaja para uno de ellos. Nos referimos a esa cultura, supuestamente de élite que, soslayando a su compañera de viaje, parecería que ha pasado a ser uno de los apellidos más ilustres de la política. Baluarte de alto interés para quienes ejercen el poder de elegir a quien han de ejercer la función encomendada sin percatarse de la catadura del elegido. En ocasiones, mero conductor de sus propias ambiciones y maestro en cultivar un activismo solapadamente turbio. Sesgo que distrae tanto como intranquiliza la nervadura que ahorma la historia y la cultura, ambas cosas y la misma en cuanto corresponde a la cartografía que muestra el ser de un país tan asentado en sus raíces como España. Todo ello contemplado desde las tribunas de los nuevos estoicos, incapaces de percatarse de la urgencia que supone hacer apología de cuanto constituye las raíces de una cultura ancestral, contemplada a través de los filtros de una historia que parece tomar conciencia de cuanto suponen influencias como la de la llamada “anglosfera” a la hora de tejer la tela de araña de la leyenda de una España inexistente y colonizadora.

    En cuanto a las artes plásticas, todo puede ser igual y distinto. En 2008, Manuel Borja-Villén fue nombrado Director del Museo Centro de Arte Reina Sofía, cargo ocupado por este historiador durante quince años, retribuido con un sueldo superior a la asignación del Presidente del Gobierno Español. Función desempeñada con desigual aceptación por Borja-Villén, cuya trayectoria ha dejado severas críticas, pero también un grupo de fervorosos defensores de cuanto ha supuesto su gestión durante sus 15 años al frente del referido centro, hoy gestionado por Manuel Segade, en tanto que Borja-Villén se ocupa de la edición número 35 de la Bienal de Sao Paulo, Brasil.

    El historiador, enseguida encontró acomodo en un centro dependiente del Gobierno de Barcelona, claro es, con honorarios inferiores a los de su gestión en Madrid, e inmediata ocupación en la 35 edición de la Bienal de Sao Paulo. Primera de cuantas bienales internacionales de arte se celebran en el mundo y, probablemente, la de mayor prestigio, cuya actual edición centra la atención en cuanto tiene que ver con lo que, a juicio de la comisión organizadora, ha supuesto y supone la colonización en el arte. Idea que fluye con el compromiso de cuatro curadores, dos brasileños, una portuguesa y Borja-Villén, Hecho que, a nuestro ver, deja vislumbrar el futuro acontecer de las hoy llamadas artes plásticas, apresadas entre la política y la lógica de intereses agazapados entre las luces y las sombras de un discurso pertrechado en el entorno de una supuesta colonización que, entre otros conductores, cuenta con aportaciones tan desdeñables como son, por poner solo dos ejemplos, las de Cervantes y Velázquez. Con todo, reciente contemplación de Borja-Villén también dejan percibir otra sensibilidad por de los museos y, claro es, la necesaria revisión y estudio de algo tan pendiente como, entre otras cosas, el arte del siglo XlX, del que Cataluña, Barcelona en particular, cuenta con un patrimonio verdaderamente

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