¡De puta madre!

02 sep 2019 / 09:22 H.

Antes que nada debo pedir disculpas por el título malsonante que he puesto a mi “brisa” de hoy. No pretendo ser grosero, pero no he encontrado una frase más exacta para recordar al entrañable amigo que he perdido hace tres días, a un amigo que han perdido cientos de jiennenses, a un jiennense ejemplar que la ciudad también ha perdido. La pérdida de Alfonso Sánchez Herrera ha causado dolor en cada uno de los rincones de este Jaén que él gobernó como alcalde con una dedicación, un celo, una entrega, una bondad y un amor jamás igualados hasta ahora por ningún otro gobernante municipal. Era una de esas personas con las que daba gusto estar, por su sencillez, su cercanía, su bondad, su conversación amena salpicada de buen humor y en la que siempre se paladeaba su pasión por su ciudad. Fue alcalde de Jaén en dos legislaturas y dejó huella de su paso al frente de la alcaldía, como lo dejó en todas las gestiones, la mayoría adquiridas voluntariamente, que realizó siempre con el corazón y la mente puestos en su ciudad. Le conocí cuando éramos unos adolescentes y siempre fluyó entre nosotros una fraternal amistad. Nos unían muchos afanes, como el luchar por nuestra tierra, sembrar semillas de optimismo y solidaridad y una vocación irresistible por provocar un puñado de sonrisas en las tertulias. Alfonso siempre tenía a punto y oportuno el último chiste, un detalle en el que siempre coincidimos. Ni siquiera la cruel enfermedad que le abordó fue capaz de doblegar su ánimo. Mi amigo Alfonso fue de los que nunca se rendían y luchaba siempre con ahínco pero siempre también con un gesto amable. El sol de la mañana del pasado jueves, cuando me llegó la noticia de su muerte, me pareció triste, pero no dejaba de alumbrar, como tampoco Alfonso Sánchez dejó de hacerlo hasta que su vida se apagó. Y su muerte ha sacudido el alma de la ciudad. Durante el tiempo que estuvo enfermo, cada vez que le llamaba por teléfono y le preguntaba cómo estaba, me respondía con una sonrisa: “!De puta madre!” Y hablábamos de todo menos de padecimientos. Los dos preferíamos sonreir echando mano de cualquier ocurrencia disparatada. Quiero mandarles un abrazo muy fuerte y sentido a su esposa y a sus hijas. Alfonso nos dejó muchas cosas que recordar y, además, estoy seguro de que allá donde esté, estará de puta madre, porque su espíritu no ha muerto.