De pies a cabeza

17 jun 2019 / 10:42 H.

Afortunadamente existen personas de las que se puede decir que son dignas y buenas de los pies a la cabeza. Mi fraternal amigo Pedro García Férriz es una de esas personas y mucho más, porque Pedro ha sido —y sigue siendo— un hombre dedicado a la sanidad, a la curación, de los pies, porque es un acreditado podólogo, y porque su afán de servicio a la humanidad le ha ocupado muchas horas de estudio sobre otras enfermedades que afectan a muy diversos órganos del cuerpo humano. Me faltaría espacio para citar la cantidad de libros y trabajos publicados en revistas internacionales sobre el cáncer, Alzéimer, esclerosis múltiple y el Parkinson. También ofreció conferencias incluso en la Universidad Complutense de Madrid y en el Instituto Nacional de Salud “Carlos III” de Majadahonda. Todo ello le ha valido un justo reconocimiento y más de un galardón reconociendo su meritorio trabajo. Conocí a Pedro, y a su inolvidable hermano Emilio —ya desaparecido— hace muchos años. Nació en La Carolina, pero toda su vida familiar y profesional la desarrolló en nuestra ciudad. Le conocí, antes que como podólogo, como árbitro de fútbol, actividad por la que sintió gran pasión debido a su afición al balompié. Después, cuando tuvo su consulta y tienda en Bernabé Soriano, estrechamos una relación de amistad que se ha ido robusteciendo con el paso del tiempo. Y ya ha pasado bastante, porque Pedro García Férriz está muy cerca de cumplir los 93 años. En todo este amplio espacio de tiempo, tuvimos muchos contactos e incluso compartíamos aquella tertulia que durante muchos años mantuvimos un buen número de amigos en la cafetería Miami. Una tertulia que desapareció porque la edad de la mayoría de los contertulios fue imponiendo su ley. Pedro hace algún tiempo que no puede visitar el también cambiado Miami, hoy llamado Los Jardinillos. No hay duda que el teléfono fue un invento casi milagroso, que permite que los amigos estén en contacto. Y nosotros, Pedro y yo, seguimos hablando a menudo y riendo, aprovechando que para la sonrisa no se necesita receta médica ni paga, al menos de momento, impuestos. Y lo que es más importante, sobre todo para él, es que continúa trabajando e investigando sobre las enfermedades que tanto preocupan a la sociedad. Y así será, porque él como buen árbitro que fue, sabe que hasta que el Árbitro Supremo no pite el final del partido, hay que seguir luchando.