De nuevo en el tajo

    02 sep 2022 / 22:00 H.
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    Hoy, dos de septiembre es un buen día para nacer sin duda alguna y lo digo por propia experiencia. Este año además coincide con un fin de semana de reflexión y buenos propósitos, que va a servir de transición entre las vacaciones que quedan en el recuerdo y la vuelta al trabajo que da comienzo a un nuevo ciclo lleno de retos y objetivos por conseguir, sobre todo para los más jóvenes que ven con ilusión el comienzo de curso en el colegio y el esperado encuentro con los amigos y compañeros. Aunque no es el primer día del año, para muchas personas sí es un momento que tiene un significado especial porque hoy celebran su cumpleaños y eso significa un antes y un después a lo largo de toda la vida.

    El verano ha sido atípico en todos los sentidos posibles, tanto en lo referente al clima que no deja de ser inquietante, como en lo que concierne al comportamiento de esta sociedad que sale de una crisis sanitaria que ha dejado una huella profunda en el carácter y costumbres de la mayoría. Puede decirse que estas primeras vacaciones postpandemia han sido un tiempo de catarsis en el que hemos querido olvidar e intentar vivir de nuevo como si todo lo sufrido hubiera sido sólo una pausa desagradable. Así es la condición humana y gracias a ese instinto hemos podido sobrevivir una vez más. Porque la realidad es que la vida continúa y todos queremos gozar esa parte alícuota de felicidad que a veces nos depara. De modo que este verano de algún modo hemos tirado la casa por la ventana, cada uno ha disfrutado a su manera todo aquello que le ha sido posible y después de este alocado derroche hedonista hay que poner los pies en la tierra, porque toca volver a enfrentarse con la cruda realidad. Los gastos corrientes se multiplican este mes con la vuelta a casa, los libros de los niños, las matrículas universitarias y demás gabelas de inicio de curso.

    Ya nos avisan los medios de comunicación y de forma poco usual también alguno de nuestros gobernantes de que hay que comenzar a poner orden en nuestra maltrecha economía porque la situación es bastante más complicada que de costumbre. Llegan tiempos difíciles en los que será necesario hacer sacrificios duros a todos los niveles, y es de esperar que sigan incrementándose los precios de los productos básicos y la energía de manera que quedará muy mermada la capacidad adquisitiva de los más desfavorecidos por la fortuna, que se incremente la carga impositiva por medio de los socialmente injustos impuestos indirectos sobre el conjunto de la población y que las grandes corporaciones multinacionales continúen generando ingentes beneficios y pagando escasos impuestos. A este gobierno quizás le sobran algunas ministras que incendian con soflamas los ánimos de los trabajadores y le falta voluntad de diálogo con la oposición para ponerles de verdad en un brete y así poder llegar a un acuerdo para mejorar el sistema impositivo y repartir de manera más equitativa el esfuerzo que se nos exige a todos. No es tarea del gobierno hacer oposición sino gobernar y llegar a acuerdos que beneficien a todos y den solución a los problemas reales. El tiempo apremia y el malestar social, además de ser costoso en votos como bien reflejan las encuestas, puede llegar a desencadenar una reacción social impredecible y no parece ser que estemos en condiciones óptimas para afrontar enfrentamientos sociales azuzados de manera harto irresponsable por alguna que otra ministra sustrayendo que por definición nunca va a sumar.

    Sería prolijo enumerar la serie de problemas que a partir de ahora hemos de afrontar, pero lo vamos a dejar para otra ocasión, porque ya es la hora del aperitivo y como suelo hacer cada dos de septiembre tendré un recuerdo especial para mi padre que en esta época y a esta hora solía entrar en la cocina y preparaba una pipirrana tradicional que se metía entre pecho y espalda acompañada de un trozo de queso y un par de tientos a la bota de vino manchego. Luego se echaba la siesta de la monja. También recordaré a mi madre que tuvo a bien traerme a este mundo a esta misma hora que ella decía ser ‘cuando los muleros volvían del campo’ a mediodía. Después hablaba de lo duros que eran aquellos tiempos de hambre y miseria de los años cuarenta, por esta razón no suelo celebrar mi cumpleaños. Mi agradecimiento a ellos siempre.

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