De monos, terrales y monerías

    01 may 2023 / 09:00 H.
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    Que conste que no lo digo yo. Que lo dijo la Agencia EFE, y que yo lo copio tal cual, sin añadir ni una coma (aunque falte): “La diputada del grupo Mixto-Adelante Andalucía Maribel Mora ha depositado en el escaño del presidente andaluz, Juanma Moreno, un vaso de arena seca”. La cosa no hubiera pasado a mayores si “SusSeñorías”, “SusSeñoríos”, y viceversa, en un alarde de concienzuda identificación con el reino animal en general, y con sus moradores plumíferos en este lance concreto, no hubieran convertido nuestro (Y nunca mejor usado ese posesivo “nuestro”) parlamento andaluz en un gallinero sin zotal, donde el común hablar de los mortales, que debiera ser la “lengua vehicular” de lo de ponerse de chupa de dómine, devino en un guirigay de quiquiriquises, más propios de la antigua casa de fieras del Buen Retiro madrileño que de un lugar tan aparente como aquella cámara del histórico y desmentido “non plus ultra”, tantas veces remedado por el grito trilero del “no-va-más”.

    ¡No señor! ¡No va más! No nos cabe más tormento en los cuerpos. A pesar de lo cual, y echando mano de esa querencia que tengo yo de ser y definirme como “escuchadora activa”, que muchos confunden con el famoso “churreteo” de mi tierra, he resuelto analizar el asunto, procurando desechar querencias o displicencias apriorísticas que acaben por empañarme el conocimiento. “Si usted lo que quiere es llamar la atención, comprese un mono”, le escuché decir a un excelentísimo, −en adelante, “SuSeñorío” para no incurrir en vicio genérico−, en plena exuberancia de congestión parlamentaria él. Lo cual que, como una servidora tiene esta propensión a echar los pies por alto en cuanto le alzan la voz a una colegui como la tal diputada, −en adelante “SuSeñoría” por idem de lo de antes−, y más en estos tiempos en los que enseñar las bragas tiene semejante licencia que la de marcar bragueta, aunque sea con relleno, fui y me puse a echarle cuentas a lo que habría querido decir el fungoso cameral con semejante bufido.

    Por si un porsiacaso sistémico y ecologista, lo primero que hice fue apuntarme a lápiz la necesidad de alertar a los monos sobre el provecho de agenciarse una buena asesoría jurídica por si semejante alusión le metía el dedo en un ojo a la flamante ley de derechos de los animales, por muy animales que sean. En ello estaba cuando se me representó la posibilidad de que las intenciones de tan ocurrente y desaforada criatura respondieran a los tiempos litúrgicos en los que estábamos, y lo único que pretendiera el “SuSeñorío” fuese tener el detalle de obsequiar a la “SuSeñoría” un huevo de pascua recién horneado, o alguna otra monada que nada tuviera que ver con mis malos pensamientos. Pero, hecha como estoy a sospechar fechorías de cualquiera que ocupe escaño por aquello de que el poder institucionalizado percude el poder de decisión privado hasta a los más suyos, deseché de inmediato las buenas intenciones del presunto animalista en la puesta en escena de semejante monería.

    Claro que, aunque no tenga justificación lo de entrar al toro con tan añeja descompostura, entre otras razones por ser la cosa más propia de coso que de casa del pueblo, lo justo sería analizar si la “SuSeñoría” no habría empuñado rejones navajeros allí donde la única arma permitida es la palabra. Mi siguiente corazonada −por no llamarlo tibieza− vino en forma de frasecilla hecha: seguro —me dije— que la terriginosa “SuSeñoría”, a falta de mayor glosario y mejor arenga, lo que ha pretendido es, como dice el refrán, poner tierra por en medio entre sus querencias y las del ausente, (léase el omiso Presidente del Parlamento), usando de la premeditación suficiente como para llevarse el talego de tierra previamente dispuesto a tan traidor espurreo y con la alevosía de ir a echarla allí donde no estaba el amo del castillo para poder defenderlo en condiciones. Mi cierre no puede ser otro, guste o no guste: ni el uno ni la otra. Ni “SuSeñorío”, ni “SuSeñoría”. Ni tanta monería ni tanto terral. ¿Estamos, prendas?

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