De machismos y feminismos

26 feb 2019 / 12:38 H.

En el epicentro de un momento político caracterizado por la sinrazón, la irracionalidad, la demagogia, la manipulación, el insulto permanente y la descalificación del adversario, el feminismo ha vuelto a ocupar un papel central en el debate público. El Papa Francisco que tan buenas expectativas levantó como guía de la moral cristiana con sus renovados planteamientos, ha lanzado esta semana un “jarro de agua fría” sobre este tema al mezclar en medio del debate de la pederastia en la Iglesia que “todo feminismo termina siendo un machismo con faldas”. Cuantas veces habremos oído, y tendremos que seguir oyendo, ese paralelismo entre machismo y feminismo, como si fueran dos caras de la misma moneda. Es como comparar socialismo con capitalismos o liberalismo con comunismo. Las simples definiciones del diccionario deberían servirnos para darnos cuenta de que no se debe comparar interesadamente semejantes adjetivos; mientras el machismo es la actitud prepotente de los varones respecto de las mujeres, y la defensa de la discriminación de las personas en función de su sexo, el feminismo es un principio que defiende la igualdad de derechos de hombres y mujeres. No se pude ser una cosa y la contraria. Es obvio por tanto que no se puede ser machista y feminista al mismo tiempo. Si algo ha caracterizado al feminismo desde sus orígenes, ya sea desde la academia, el pensamiento político, la ideología o el activismo, es la defensa de un orden moral y político, de una sociedad, donde no se discrimine a nadie por ningún motivo y hombres y mujeres tengan los mismos derechos, deberes y responsabilidades.

Desde 1995, con la aprobación de la Plataforma de Acción de Beijin firmada y asumida por 189 Estados, entre ellos el Vaticano, Naciones Unidas asume que la Igualdad es algo que nos incumbe a todos, a hombres y a mujeres y alenta a los hombres a que participen plenamente en todas las acciones encaminadas a garantizar la igualdad. Por eso, quienes siguen pregonando y caricaturizando el feminismo, como un movimiento liderado por unas cuantas mujeres radicales que salen a la calle a luchar contra los hombres, no están entendiendo nada de la realidad social, además de contribuir a una descalificación interesada de un movimiento social humanista y liberador. Hoy resulta incuestionable que el hecho que ha generado la mayor transformación social en el siglo XX ha sido, sin duda, la participación de las mujeres en la esfera pública. En el siglo XXI, además, no hay modelo social sostenible que no parta de esa visión equilibrada e igualitaria del mundo y de la vida. El secretario general de Naciones Unidas, ha vuelto advertir que frente a las nuevas fuerzas que amenazan y limitan los derechos de las mujeres debemos volver a los compromisos adquiridos por todos los Estados en la Plataforma de Acción de Beijing, pero todos y todas debemos estar atentos a esos nuevos populismos que colocan a las mujeres fuera de los derechos y a todos y a todas fuera de las fronteras de la democracia. Resulta ya insoportable escuchar a diario tantas agresiones verbales a los derechos y dignidad de las mujeres. Por eso creo que la próxima semana el 8 de marzo volverá a ser una explosión democrática y feminista en la calle defendiendo una democracia fuerte y feminista.