De la humildad y la soberbia

    19 jul 2021 / 12:36 H.
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    De todas las virtudes, una destaca entre las demás. No ya por ser virtud, que lo es, sino que sin ser defecto, que tampoco lo es, se le cataloga como una cosa o la otra dependiendo del corazón que la siente, o el ojo que la observa. De aquesta manera nadie será humilde a los ojos de nadie por más empeño que ponga, pues es más una condición externa que algo nacido de los adentros. Salvo que se sea pobre. En este caso, que son todos los casos, el individuo tiene concedida la virtud de la humildad con solo ser pobre. Cosa fácil en los tiempos de progreso en los que la pobreza se convierte en un lujo. Es entonces cuando surge la soberbia en orden a equilibrar sentimientos de pasiones, odios y envidias soterradas en pretéritos de riquezas existentes solo en corazones llenos de envidias amasadas uno y otro día por el lujo vacío de cualquier vecino. Confundir pobreza con humildad, y riqueza con soberbia es el más común de los errores y el menos admitido. Ni todos los ricos son soberbios, ni todos los pobres son humildes. Cuesta una vida saberlo. Y dos vidas si se pudieran vivir. Y tres. Que hay cosas que no se aprenden por la entrometida envidia que amaña los cariños y los convierte en odios desatinados.

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