De la fascinación al horror

    05 oct 2021 / 17:27 H.
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    Asombroso, fascinante, espectacular, impresionante, fabuloso... son algunos adjetivos que nos ha suscitado en un primer momento la contemplación desde nuestros televisores del sobrecogedor rugido de la tierra regurgitando desde sus entrañas su vómito incandescente en La Palma. Tanto era así que la ministra de Turismo llamaba para hacer caja a cuenta del extraordinario espectáculo. Sin embargo, pocas horas después la fascinación se fue trocando en horror viendo como el volcán, con su pantagruélica lengua de mortífera lava, iba engullendo todo lo que encontraban a su paso. Casas, negocios, plataneras, infraestructuras, iglesias, todo enterrado bajo una capa de seis metros a mil grados de temperatura. Y de ahí, a la pena más negra que ese manto sepulturero. Porque lo que veíamos no era una película de catástrofes, era la más increíble realidad. Ajetreo de sirenas y llamadas a la evacuación, de gente saliendo precipitadamente y dejando su casa al albur del destino, trasiego de coches y camionetas para rescatar lo imprescindible. Algunos ni eso, con lo puesto. Lágrimas de desesperación e impotencia, rostros compungidos, desorientados, anhelantes y finalmente incapaces de hacerse a la idea de que aquella casa arrasada era su vivienda. Solo se necesita un mínimo grado de empatía para sentir la agonía de esas personas que de la noche a la mañana han visto cómo se evaporaba toda una vida de hacendosas hormiguitas. Miles de personas. Lo poco que puede tardar la Naturaleza en destruir lo que tanto nos cuesta. Y, aunque anecdótico, hay algo que a mí me rechinaba. Como si de un reality show se tratase, he visto gente capaz de disfrutar o siquiera quedarse en la contemplación del espectáculo sin conmoverse ante tanto dolor y sufrimiento. A eso llega la insensibilidad que nos ha traído este mundo global tan cargado de estímulos. Ante lo irremediable solo nos queda la solidaridad. Recuperar lo entrañable que es un hogar con sus recuerdos asociados para sus moradores es difícil, pero entre todos, administraciones y cada uno de nosotros con sus aportaciones voluntarias, podemos hacer que esas personas recuperen al menos un techo bajo el que empezar de nuevo.

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