De generación en generación

06 abr 2020 / 16:27 H.
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Desde la misma fundación de nuestras hermandades y cofradías penitenciales, creadas al amparo del Concilio de Trento, donde se recalca la veneración hacia los misterios de la Pasión del Señor, nuestras asociaciones a partir del Siglo XVI, han ido sorteando unidas a los avatares históricos de nuestra misma ciudad toda su larga existencia. La herencia por siglos, la herencia de generaciones ha sido el manual que ha ido transmitiendo los valores elementales de su propia esencia. Este ha sido un manual sin registrar que aunque variando en las formas lo puro y su mismo misterio se han mantenido impertérritos a lo largo del tiempo. Los padres lo han ido inculcando con su ejemplo a los hijos y estos a sus nietos. La preparación cuaresmal, la asistencia a los cultos, el montaje de los pasos, el vestir la túnica nazarena... Todo este ritual ha ido pasando como un legado preciso y precioso a lo largo de generaciones y siglos.

Siempre este tesoro precioso ha sido depositado entre los más jóvenes, la juventud en las cofradías, aquellas que dan savia nueva a nuestras hermandades aquellas que poco a poco van ocupando cargos de responsabilidad en las juntas de Gobierno aquellas que van aportando nuevas ideas, nuevos modos, pero siempre, siempre guardando la idéntica esencia. Y fue aquella juventud la que con ánimo, levantó de sus cenizas aquella ajada Semana Santa tras la Guerra Civil Española y fue aquella juventud la que en la crisis de los años setenta del pasado siglo, cogió el testigo de nuestras devociones y se incorporó en grupos de costaleros, anderos, bandas de música, etcétera. Son a esto “grupos jóvenes” a los que ha correspondido vivir esta situación inhóspita de esta pandemia, algo inesperado e insospechado para todos, pero que nos marcará un antes y un después a todos y cada uno de nosotros.

La jornada del Lunes Santo en Jaén es una jornada joven y alegre, elegante y señorial, con tres ubicaciones bien distintas: la zona de la Carretera de Córdoba, La Merced y la barriada de Peñamefécit. Todo un alarde de ese misterio de Jesús de la Caridad que acompañado de Caifás desde primeras horas de la tarde en un orgullo titánico de valentía y esfuerzo va ascendiendo poco a poco adentrándose en el Jaén oficial, para luego enseñorearse a las mismas faldas del cerro de Santa Catalina entre las sombras de la noche y se semejante promontorio matural.

Con una fuerza imponente y en uno de los misterios más espectaculares de nuestra Semana Santa, Jesús de la Pasión muestra su torso moreno y desnudo, rodeado de encarnado plumaje y doradas corazas de su escolta armada. En pos de Él y en un alarde de hermosura la Virgen de la Amargura, “La Virgen de los Toreros” como las olas del mar aireara los flecos de alamares de su palio y enjoyada como nadie mostrará entre petaladas y palomas su poderío y empaque. Desde el Jaén añejo rodeado de la dignidad de otros tiempos entre callejones y plazas que rechinan, Cristo muere mostrando su Misericordia, un préstamo conventual que a todos nos embelesa, mientras la Señorita de las Lágrimas con su porte soberano, nos indicará que el cielo se puede bordar de plata, esparcido por su palio y por su manto, mientras miramos sus tres clavos de plata también que nos hielan el alma.

Un año más pasará el Lunes Santo como un sueño, y sin ser vivido se nos prenderá en el recuerdo de otros años, es lo que nos ha tocado vivir y lo hacemos con la misma fe en Cristo.

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