De aquellos polvos

20 oct 2022 / 15:49 H.
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Uno cuenta mes a mes las monedas, haciendo malabarismos con el sueldo y pensando cada vez más a largo plazo. Los proyectos van adquiriendo cara monstruosa, porque se deforman a medida que la inflación crece y las estrecheces se convierten en pan cotidiano, pan de ayer que tienes que comerte hoy. El precio del petróleo ha bajado, pero no así el monto cuando vas a repostar. Sin embargo, en cuanto subió el precio del petróleo, subió el repostaje: ¿no debería estar prohibido todo este tejemaneje? La pequeña y necesaria reforma, cambiar las ventanas, renovar el cuarto de baño... Esas cosas que hacen falta se transfiguran en una losa que no sabemos si soportaremos o afrontaremos, porque hay menudencias que nos ahogan a menudo, y hasta pagar un empaste de una muela es un problema en una economía de guerra como la nuestra. Las comodidades del sistema son más comodidades para algunos, y más sueño para otros. Por ejemplo, comprarse unos pantalones de marca Levi’s pudo ser una quimera en los años setenta y ochenta en la URSS, un lujo pequeñoburgués al que accedían unos pocos afianzados en la burocracia y en el Partido. Cuántas golosinas y fruslerías significaron tanto para la cacareada libertad, que no era ni más ni menos que la ideología del libre mercado, crearnos carencias fútiles, la posesión banal de objetos para desmantelar al bloque soviético, publicidad que nos bombardea en pro de la injusticia y de un sistema que humilla y oprime a la mayoría. La mercantilización hasta del aliento que exhalas, lo que piensas y lo que deseas. Eso es nuestro sistema, tan aclamado evidentemente por unos cuantos, puestos al servicio de los intereses de la plutocracia y las oligarquías. En los setenta, por seguir haciendo memoria, hubo bastantes intentos de transformación social y política en muchos países, y los golpes de estado se sucedían inequívocamente uno tras otro, los desaparecidos y los torturados, los represaliados y los después también olvidados. En Europa, el país que quiso hacer una revolución social pacífica y democrática en el siglo XX fue España, pero ya sabemos lo que significó la Guerra Civil. Por su parte, con Ucrania no es distinto a los consabidos procesos de manipulación, propaganda y provocación yanqui, buscando negocio en ese país, ahora laboratorio donde desprenderse de los arsenales almacenados y anticuados. Otro Vietnam. Hoy el negocio de las armas es de los mayores del mundo, pero ¿quién sabe cómo funciona? ¿Contactos? Parece de película, ¿verdad? Para aquellos que no lo sepan, España es de los primeros exportadores de armas del mundo, especialista en armas pequeñas. Muchas empresas de armamento privadas se están lucrando con este asunto nefando. Armas ligeras, metralletas, granadas, minas, misiles incluso. Las transacciones van y vienen en barcos y aviones, los negocios sucios y los limpios, el dinero blanco y el negro, las declaraciones y las amenazas. Lo cierto es que Ucrania deberá darle a Rusia al final buena parte de los territorios que esta reclama como suyos, y eso que su lado oriental está aún por arreglarse. La disolución de la URSS, a cargo primero del incapaz Gorbachov y luego del perverso Yeltsin, fue una absoluta catástrofe. Y de aquellos polvos estos lodos, incluidos los que llegan subrepticiamente hasta la puerta gastada de mi casa, mi propio balcón raído y mis viejas ventanas.

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