Danas, el terror que no cesa

02 dic 2024 / 09:03 H.
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Con motivo de los premios Cervantes ha regresado a mis oídos una canción de Juan Manuel Serrat, “Pare” , que echo de menos en nuestra discografía actual, generalmente monótona y de vocación efímera. No le pido a este género de canción otra bondad que la de acercar el momento con aquella o esta pulsión. Sin embargo, Serrat es otra cosa que ocupa un lugar especial en el sentimiento colectivo: ” ... Cantar de la tierra mía, que echa flores, al Jesús de la agonía y es la fe de mis mayores...”. Latir popular, ciertamente, mas parafraseando al Roberto Calasso de “La Literatura y los dioses”, ¿cómo llegar a lo popular sin pasar por lo divino? No obstante, ha de advertirse, en algunas voces estos son modos de poetizar acunados a ritmo de tambor. Tal decía un amigo el día que, mal aconsejado por sí mismo, se sentía estupendo. En nuestro caso y corto entender, raíz de un tiempo en la que, la llamada canción protesta encabezada por la estadounidense Yoan Báez, encontraría en España voces de tan crecida estatura como la de Serrat, desde luego, no reflejado por Harold Bloom en su celebre canon literario y, sin embargo, en ocasiones, premonitoria como es la observación de Serrat a la que me he referido al comenzar estas reflexiones. Pieza, a más abundamiento, ahora interpretada por dos voces de verdadera alquimia sensible y emocional, las de Rita Payés y Rozalén. En cualquier caso, repetidas amenazas que el tiempo ha manifestado ahora tras muchos años de advertencia y otros tantos de dejación por quienes están obligados a evitar estos efectos devastadores que nos trasladan a ese lugar del llanto colectivo cantado o pintado. Esta, como enseguida veremos, soberbiamente expresada por los pinceles de Antonio Muñoz Degraín. La anterior, parejamente a la canción de Serrat, “Pare”, nace de la voz de otro canta autor valenciano, Raimon” acostumbrado a contemplar con rabia defectos , cuya traducción dice así: “En mi país no sabe llover/, si llueve poco, es la sequia/ si mucho es la catástrofe/ quién llevara a la lluvia a la escuela?/ quien dirá como tendrá que llover?/ en mi país la lluvia no sabe llover/ ...” . Falta de educación pluvial que, cada vez en mayor medida, afecta al mismo territorio, debido, más que a la falta de educación de la lluvia, como poéticamente decía el autor de “Al Vent”. Sentimientos, miradas y formas de decir que también han encontrado respuesta en la pintura. Tal es el caso de Antonio Muñoz Daegrain (Valencia, 1840; Málaga, 1924), como podemos ver en la obra que ilustra este trabajo , conservada en el Museo de Valencia. Voces, en algún caso premonitorias, del terrible acontecer de esa Dana. Desarrollo que viene generando conceptos y palabras alimentadas desde muy antiguo, cuya eclosión, afecta nuestro vivir sin que nadie o pocos, se hayan ocupado de corregir semejante tragedia interviniendo en las rutas de la naturaleza, vitales para el destino de la humanidad. Mas como de costumbre, los hay que parecen ir de maitines y, sin embargo, van a maitinar. En este sentido, es de razón traer aquí , aunque de modo muy sucinto, algunas observaciones que tienen que ver con el pensamiento de Bruno Latour, antropólogo, filósofo y sociólogo, profesor invitado en Harvard y Cambridge, quien predica un nuevo ecologismo desde la cumbre del pensamiento. En tal sentido, da por concluida la era política y en su último libro, “Dónde aterrizar”, advierte del peligro de malversar la Naturaleza:

“Cualquier reflexión política ha concluido, no caben otras contemplaciones que la imposición directa para tratar de salvar el planeta”. Efectivamente, no faltan voces absolutamente autorizadas que advierten de la urgencia necesaria para defender la tierra de un desastre que, antes o después, nos afectara a todos. Tal es el mensaje de Latour: “Más vale que te pongas manos a la obra si quieres que la Tierra sobreviva a la generación de tus hijos”. Para Latour, los recursos del planeta no se regeneran y avisa de que “pronto hará un siglo que hemos sobrepasado la población posible. Año tras año, elección tras elección, cientos de huracanes y terremotos después, tsunamis... En fin, todo un acontecer que nos viene conmoviendo desde una televisión que ahora le ha tocado hablar de lo nuestro. Tremenda y, al tiempo, paradoja más que estúpida que, de otro lado, no permite dudar demasiado. Con todo y por todo, aunque afecte a la economía de Occidente, parecería necesario replantear el discurso y comenzar a replantar sus raíces, porque otro mundo no es posible.

No se trata de hablar de izquierdas o derechas, en todo caso es la exigencia de una utopía que exige la recuperación del pasado. Como se interroga y responde Latour, “Error no, tragedia. Porque la ecología y la justicia social son exactamente lo mismo”.



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