Cuestión de militancia

20 sep 2024 / 09:13 H.
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Una de las grandes confusiones sociales a las que este tiempo de debilidad intelectual nos enfrenta es la profunda crisis de identidad ideológica. Si Adorno ya nos advirtió de que después de lo de Auswicht cualquier aproximación a la belleza humana sería imposible, la historia reciente todavía adolece de referencias contaminadas por el relato que sucedió a la caída del Muro de Berlín, aquel espantajo por reconstruir una dialéctica de izquierdas que no discutiese los pilares del capitalismo. Con el paso de los años, las democracias modernas se han convertido en consultorías que solicitan el voto para dirimir qué familias políticas considera la ciudadanía mejor preparadas para gestionar los preceptos del libre mercado, pero sin cuestionar las enormes consecuencias que suponen para el futuro de nuestro planeta la lenta y voraz concentración de dividendos. Mientras de la libertad se benefician con toda impunidad las leyes del dinero, comprobamos de primera mano cómo los países del África subsahariana y buena parte de América Latina malviven en tal despropósito que hace que nuestras fronteras acusen gravemente el peso de la inmigración. Resulta curioso que aquellos partidos cuyo posicionamiento económico radican en extremar las políticas liberales, en desposeernos a nosotros y a ellos de los pocos derechos que nos quedan en el llamado Estado de Bienestar, sean los que alcanzan más popularidad cuando el único efecto llamada de la inmigración es precisamente el intervencionismo de las grandes multinacionales en el destino político de aquellos territorios de los que huyen miles y miles de personas que se juegan la propia vida, cruzando mares, desiertos y concertinas. Efecto salida que no sé si ejercitaremos el día que se derogue por ejemplo nuestra sanidad universal. Pero de eso no se habla.

Hace unos meses, los pequeños empresarios agrícolas españoles colapsaron algunas carreteras con reivindicaciones que la ultraderecha hizo suyas: ahí están el levantamiento de aranceles y un control de la producción que entra por el sur, en competencia con la autóctona sometida a la normativa comunitaria. Sorprenden estas complicidades cuando uno repara en la letra pequeña de los etiquetados el origen de los productos que venden muchas de las grandes superficies comerciales de capital patrio defendidas por los líderes de estos partidos políticos como, unas y otros embajadores de la tan traída “marca España”.

Los representantes del arco político de la izquierda no supieron ni saben encajar el mensaje que llega de los campos, y que tiene probablemente una causa estructural que va más allá de incrementar ayudas que, por otro lado, acaban en los bolsillos de esos personajes de rancio abolengo que aparecen en las televisiones victimizándose de su falta de circulante para llenar la nevera.

Mientras verificamos la capacidad de las neveras de que disponen nuestros duquesados, deberíamos replantearnos más que nunca la interpelación que nos dejó Pier Paolo Pasolini: “No hay que ser fuerte para enfrentarse al fascismo en sus manifestaciones delirantes y ridículas: hay que ser fortísimo para enfrentarse al fascismo como normalidad, como codificación, diría yo, alegre, mundana, socialmente elegida, del fondo brutalmente egoísta de una sociedad”. Pero, qué carajo, hablemos mejor del sorpasso televisivo de Broncano a Pablo Maroto, el de las motos.

Diario JAÉN


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