Cuentos de ayer y hoy

    18 nov 2019 / 08:51 H.
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    Recuerdo con cierta nostalgia y una sonrisa en la mirada, cuando cada domingo mis padres nos montaban en nuestro “catorce-treinta” a los cinco pequeños hermanos con rumbo a visitar a nuestros abuelos, que residían a unos eternos 31 kilómetros de nuestra capital. Cada uno de esos domingos durante muchos años, sirvió para poder hoy comprobar, desde la perspectiva que te ofrece la madurez, que el esfuerzo como responsabilidad, la rutina como método y la familia como sostén, han sido valores integrados en mi quehacer personal y profesional diario.

    Además de para educarnos en el qué, aquellos viajes me sirvieron para apreciar la importancia que tiene el cómo, en cualquier proceso de aprendizaje. Aún conservo en la memoria aquellos trayectos en coche del sin —sin ganas, sin cinturón de seguridad, sin aire acondicionado— en los que mi padre nos ponía una cinta de cassette con cuentos infantiles, de los que más de cuarenta años después, recuerdo personajes, canciones y algunos detalles de esas historias de mayores grabadas a fuego en la memoria de un niño.

    El proceso educativo basado en técnicas de audio es muy antiguo. Escuelas y bibliotecas disponían de cintas y vinilos con contenidos didácticos para ser vendidos y/o usados ya desde 1930. Ha sido la irrupción de internet como compañero inseparable en nuestro día a día, la circunstancia que está acelerando a ritmo vertiginoso la posibilidad en que ampliamos nuestro conocimiento y disfrutamos de nuestro entretenimiento con información y contenidos susceptibles de ser simplemente escuchados.

    Y en este escenario ha aparecido en nuestras vidas el audiolibro, como forma para educar, formar y entretener a través de la posibilidad de escuchar la grabación de los contenidos de un libro leídos en voz alta. Y créanme que consigue el propósito para el que ha llegado al mercado. Hace unos años en el transcurso de la precampaña electoral a la Presidencia en 2008, la campaña de Barack Obama difundió gratuitamente en internet un audiolibro con el mensaje de su candidato, escrito y contado por el propio candidato Obama, lo que ayudó a la popularización tanto del mensaje como del formato utilizado.

    Muchos son los motivos para afirmar que el audiolibro ha llegado para quedarse. Tal y como señala el docente e investigador en innovación empresarial Pablo Foncillas: “Más de la mitad de los estadounidenses han escuchado algún audiolibro y el sistema parece que engancha, porque escuchan 6,8 libros al año de media, aunque un 20% llegaba a 10 ejemplares o más. Uno de cada 10 libros vendidos en los mercados anglosajones son en formato audio. Aquí no llegamos a tanto, aunque este año se superará la barrera de los 10.000 audiolibros disponibles en español”.

    Esta realidad ha venido también justificada por la influencia en el mundo de la lectura que ejerce Amazon, ya que desde que compró la plataforma de audiolibros Audible, se ha visto un incremento exponencial en esta “nueva” forma de lectura. Es lo que tiene poder influir en las tendencias de consumo...

    No pretendo introducir el debate del audiolibro versus el libro tradicional, de hecho, desde la década de los ochenta disponemos de estudios que acreditan que la comprensión auditiva está fuertemente correlacionada con la comprensión lectora, lo que sugiere que quienes leen bien los libros, también los escucharán bien. Por lo tanto, será ésta una cuestión de gustos y de experiencias. Lo que sí quiero transmitir es la importancia que esta nueva modalidad tiene para con personas con algún tipo de discapacidad visual, y las ventajas que supone para los que encuentran en esta nueva fórmula una opción para pasar sus tiempos muertos.

    Si a través de la tecnología conseguimos que los audiolibros infantiles y juveniles faciliten el acceso a la lectura y a la formación a los profesionales del mañana, si con las innumerables opciones de descarga y de formatos posibles para ser escuchados, fomentamos ese hábito o ayudamos a personas con dislexia, estaremos haciendo un buen uso de ella. Tan sencillo como viajar en familia un domingo cualquiera como en antaño.

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