Cuentos chinos alcalaínos XIV

    16 abr 2025 / 08:56 H.
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    Estaba Manolo, un labriego de tres celemines de olivos, de Las Peñas de Majalcorón, pequeña aldea alcalaína, vareando sus aceitunas, cuando, de pronto, ve cómo un 4x4, último modelo americano, atraviesa su tierra pisando las aceitunas que aún le quedaban por recoger. Cuando el vehículo llegó a su altura, Manolo se plantó delante. El coche paró y un individuo con traje y corbata roja bajó y le interpeló —¿Acaso no sabe quién soy? Manolo, se quedó mirándolo, el caso es que aquel pelo rubio amarillento peinado hacia el centro fijado con laca le sonaba de algo, a lo que Manolo contestó —Sea quien sea, puede cruzar mi tierra, pero vaya por el centro de la “camá” sin pisar las aceitunas. —¿Cómo se atreve? ¡No sabe con quién trata, yo podría comprar ahora mismo sus olivos, los del vecino y toda la Sierra Sur! Manolo, lejos de impresionarse, con semblante más tranquilo que nunca, le exhortó —¡Sea quien sea, es igual que yo! —¡Ja, yo soy el más grande!— poniéndose una gorra roja, que decía algo así como “great again”. Manolo se agachó, apretó el puño y dijo —Podrá comprar todos los olivos de Jaén, pero somos iguales— Se levantó y, mientras tiraba el puñado de tierra, predijo —Los dos nos convertiremos en lo mismo, sin poder llevarnos una sola aceituna.



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