Cuento de Navidad

20 dic 2020 / 10:38 H.
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Charles Dickens publicó “Canción de Navidad” en diciembre de 1843, un emotivo y colosal relato sobre la redención en época navideña, que contrapone la riqueza del señor Scrooge, “¡un viejo pecador que en su insaciable codicia extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba y arrebataba!” A la pobre gente, y lo contrapone, decíamos, con la alegría quitada a la tristeza de los desfavorecidos, y con alguna descripción sensacional de los suburbios de la ciudad: “Las callejas eran pestilentes y angostas; los comercios y las casas, deplorables; la gente estaba medio desnuda, borracha, desastrada y repugnante. Callejones y arcadas, como tantos pozos negros, vertían sus ofensivos olores, desperdicios y vida sobre las caóticas calles, y todo el barrio hedía a crimen, a inmundicia y a miseria”.

“Canción de Navidad” está de gran actualidad porque dos editoriales (Alfaguara —para venta en quioscos— y Alianza —en una curiosa edición para regalo—) acaban de reeditar el libro. Y en el Teatro Sanpol de Madrid se ha estrenado una versión teatral, “Cuento de Navidad”. Charles Dickens, naturalmente, escribió una obra que reflejaba las injusticias y dolores de su época, pero en estos oscuros momentos que vivimos hay fragmentos y frases de la novela —muy bien aprovechados en la versión teatral— que parecen escritos ahora mismo. El señor Scrooge, antes de su viaje al pasado y al futuro, conducido por inquietantes espíritus en un dantesco descenso a los infiernos, afirma en referencia a los pobres —expresión que se recoge muy bien en la obra teatral—: “Esas gentes se tendrían que morir todos y así bajaría la población”. Luego, con el señor Scrooge camino ya de la redención, uno de los espíritus le recordará con ironía, respecto a un niño enfermo: “Si el futuro no cambia esas sombras, ninguno otro de mi especie lo encontrará aquí. Pero ¿qué más da? Si tiene que morir, será mejor que lo haga y contribuya así a reducir el exceso de población”. La estupenda, sencilla y emocionante versión teatral, con dirección de Ana María Budeguer y protagonizada por Javier Ibarz, Víctor Benedé y Natalia Jara, entre otros, mantiene la atmósfera sórdida y luminosa a la vez de la novela de Dickens, el ánimo solidario y de denuncia que emana de ese libro, y el compendio de diferentes emociones que hay en el relato. Existe, pues, una notable fidelidad al texto original y por todo ello se trata de una función con alma. Que gusta, conmueve e impulsa a la solidaridad. Significa un modelo magnífico de lo que se llama ‘teatro familiar’. Con ritmo, canciones, bailes, una excelente interpretación y un mensaje que invita a ser mejores. A respirar la vida. A convivir. La Navidad como metáfora de la solidaridad. Exclamará finalmente Scrooge: “Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservar ese espíritu todo el año”. Porque la obra teatral del Sanpol parece la síntesis de uno de los párrafos del magnífico relato de Dickens, que dice: “Responde a una justa, equitativa y noble disposición de las cosas que, así como la enfermedad y la tristeza son contagiosas, no haya en el mundo que lo sea de forma tan irresistible como la risa y el buen humor”. De modo que vamos a dejar atrás muy pronto este infausto 2020, quizás el peor año de nuestras vidas. Ojalá que en un futuro cercano, lo contagioso, efectivamente, sea la risa y
el buen humor, como en la sublime obra de Charles Dickens.

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