Covid-19 y mercado

    12 mar 2021 / 10:21 H.
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    Deberíamos pararnos a reflexionar sobre el desafío a nivel global que está suponiendo el coronavirus y cómo nos está mostrando lo indefendible que es la ideología y organización capitalista a nivel mundial. Me atrevería decir que este capitalismo, en su fase actual neoliberal, está socavando tanto nuestras sociedades no solo a nivel institucional, sino que está siendo capaz de influir en nuestros comportamientos y de alterar nuestra personalidad hasta el punto de convertirnos todos en auténticos seres antisociales o asociales. La sociopatía con la que no demostramos discernimiento entre el bien y el mal e ignoramos los derechos y sentimientos de los demás se está convirtiendo en algo normal en nuestras sociedades.

    Esta crisis sanitaria vuelve a mostrar cómo se anteponen los intereses particulares de unas minorías que controlan el orden mundial (intereses económicos y financieros con gran poder mediático y político) frente a los intereses de la mayoría de las poblaciones. Tanto en la fabricación de mascarillas, respiradores, jeringuillas como en la producción de vacunas o cualquier producto que fuera necesario para prevenir, curar la enfermedad o controlar la pandemia, el derecho de propiedad sobre la ciencia se ha puesto por encima del bien común, aunque eso supusiera la pérdida de millones de vidas humanas.

    Tanto en los países ricos, llenos de pobres, como en los pobres, con ricos muy ricos, hay recursos para producir las vacunas; el problema radica en que esos recursos no se ponen al servicio de la mayoría de la población. Desde que se aprobó en 1994 la propiedad privada del conocimiento científico implicado en la producción de vacunas, consecuencia de la revolución neoliberal iniciada en los años ochenta del siglo pasado, se antepuso el bien particular de conseguir el máximo beneficio de las empresas privadas sobre la vida de millones de personas y el bien común. Este es el progreso entendido por la ideología neoliberal y sus defensores. La Organización Mundial del Comercio y aquel Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el comercio decidieron imposibilitar a partir de entonces la transmisión del conocimiento científico y la colaboración de los científicos para producir y posteriormente distribuir vacunas. Queda claro que el progreso humano debe ser aquel que pone los beneficios empresariales por encima mismo de las vidas humanas. La ciencia y el conocimiento deben estar al servicio de la industria farmacéutica y para optimizar beneficios, pero no para defender los intereses de la población en general.

    Podemos pensar que cuando esta crisis sanitaria está en su punto más álgido no es el momento más adecuado para pararnos a pensar y que las convulsiones de un día y otro imposibilitan la reflexión por la falta del sosiego necesario para vislumbrar lo que hay que hacer para salir de la situación tan tremenda, pero el escenario después de esta crisis nos plantea una serie de interrogantes para los que no hay una serie de respuestas que nos den tranquilidad en el agitado mundo en el que vivimos. La actual pandemia y la respuesta a esta emergencia a la que se enfrenta la humanidad nos está revelando la irracionalidad de un sistema socioeconómico que se construye sobre una pulsión de muerte similar a la de las religiones y que es una fábrica de sociópatas.

    Las encuestas muestran que en la Unión Europea y en EE UU la mayoría de la población está a favor de que se suspenda, aunque sea temporalmente, el derecho a la propiedad privada del conocimiento científico apoyando así la iniciativa abanderada por países como la India o Sudáfrica para que se produzcan de forma masiva vacunas, pero son precisamente los gobiernos de la UE y de EE UU los que se oponen desde su púlpito neoliberal influenciado por las grandes multinacionales farmacéuticas. Esta forma de entender el progreso traerá millones de vidas humanas perdidas, consecuencia de perpetuar un sistema de vocación empresarial con una producción de vacunas y distribución tan limitada e insuficiente, y lo que he expresado más arriba: inhumano.

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