Corrosión democrática

14 dic 2021 / 16:22 H.
Ver comentarios

El mes de diciembre es un mes de efemérides. Días para el recuerdo y la reflexión de su significado. Prueba de ello es la compleja gestión de los mismos cuando estos no son laborables. Se genera el fenómeno del acueducto difícilmente explicable fuera de España. No se distribuyen aleatoriamente, existe una intencionalidad. Se superponen los calendarios religiosos y civiles. Son tantos a lo largo del año —solo los internacionales son 836— que sin el apoyo de los medios de comunicación o una llamada de atención en redes influyentes, pasan sin mas. Una oportunidad perdida para entender su significado. El 10 de diciembre es el día internacional de los derechos humanos, el día 9 es el Día Internacional contra la Corrupción. No creo que sea inocente la secuencia. La corrupción es un modo de ir contra los Derechos humanos. A esta última palabra convendría reconocerle su significado. La corrupción solo llama la atención en los casos en los que los jueces tratan de determinar el abuso, generalmente por apropiarse de recursos públicos para un beneficio personal. O cuando una comisión parlamentaria trata de saber que ocurrió en la acción política de lo público entremezclándose la obligación ética de expresar la verdad con el derecho a ocultarla para la defensa, lo que puede responder a que existen indicios de delito.

En el caso de lo público, la corrupción es el uso en beneficio propio de las funciones y medios dispuestos por la ciudadanía para la gestión del bien común. Ir contra esta, es uno de los ejes del contrato contraído en las urnas y esencia de la democracia. Cuando aparece se mina la confianza, se justifica la ruptura del compromiso individual de la ciudadanía y elimina el sentido del deber hacia la responsabilidad de lo público en la que participamos todas las personas. Tras la ruptura, cualquier exigencia al cumplimiento lo consideramos una agresión a mi derecho y libertad. Este razonamiento es un error. No hay libertad sin derechos, ni estos sin obligaciones. Es una acto de inteligencia fracasada como lo define Marina: “Con frecuencia el poderoso no sabe bien lo que está haciendo, porque las cosas o las personas le ofrecen, poca resistencia”. Cierto es que la corrupción ataca a la democracia, pero la destrucción de esta, está en tratar de simplificarla cuando se debe analizar desde una realidad compleja en un mundo globalizado. De ahí, que debamos ver que el modo expresar los mensajes que se nos dan no pueden ocultar el mensaje real. Es otra forma que adopta la corrupción, la del lenguaje. Sorprende que en gobiernos con asesores se haga uso de esta estrategia para que no se entiendan los mensajes, para confundir, nadie reaccione o desconecten del discurso de lo que van a hacer, porque no se entiende. Y si los gobiernos progresistas se definen de éticos, deberían partir del respeto, hacerse entender. ¿Cómo pueden retorcer los mensajes diciendo “tarifación por uso” para referirse a que usted va a pagar dos veces algo? Por los impuestos y por el uso. Esta corrupción del lenguaje es una alfombra roja para las organizaciones políticas que quieren destruir la democracia y su contrato la constitución. Nuestras debilidades son, en sí mismas, nuestras fortalezas. Solo el diálogo y la comprensión nos hace ser mas cercanos y humanos. En democracia el problema nunca es exponer las ideas sino despreciar las de los demás.

Articulistas