Contra todo pronóstico

    15 nov 2022 / 16:19 H.
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    Una de las lecciones más difíciles de aprender es no entrar al trapo cada vez que se nos provoca, sobre todo cuando no interesa. No es fácil, pero, con el tiempo, uno se da cuenta de que solo Dios, para el creyente, es omnipotente y omnipresente, y que, cuando no se gana nada devolviéndola, la mejor bofetada es la que no se da. Sin embargo, hay guerras que nos empeñamos absurdamente en ganar, batallas que perdemos contra toda lógica y otras que, contra todo pronóstico, ganamos y en cuya victoria nos dejamos la dignidad, si no la vida. Debemos elegir qué guerras luchar, ya se trate de las de verdad, donde se pierden vidas, bienes y esperanzas, las que jamás concluyen por mucho progreso del que se hable, o de guerrillas de andar por casa, en las que te apuñalan por la espalda, sobre todo en la oficina. Porque, a veces, al creer que nuestra superioridad es notoria, erramos. Habría sido mejor no exhibirse ni desgastarse. Como dice Sun Tzu en “El arte de la guerra”: “Debemos fingir debilidad, para que el enemigo se pierda en la arrogancia”. Y no viceversa. Guerras, las hay, por tanto, evitables. Otras, las de los valores, la dignidad y la justicia, son, sin embargo, absolutamente ineludibles. Estas siempre hay que lucharlas. Y ganarlas.

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