Contar hasta diez
Recuerdo cuando era necesario ver decenas de anuncios y esperar casi hasta la madrugada para poder ver una película; cuando uno era niño y tenía que hacer acopio en cumpleaños y festividades de algo de dinero para poder comprar un videojuego o un disco de música. La forma en la que consumimos ha pasado de la inacción, por falta de oferta o recursos, a una acción que nos lleva, tal y como ha escrito el filósofo surcoreano Byung Chul Han, a una sociedad del cansancio. ¿Cómo podemos convencer a nuestros jóvenes de leer “La familia de Pascual Duarte” o “El manantial” si están acostumbrados a vídeos de un minuto que pueden ver mientras comen? Imaginemos cómo debe ser escuchar un poema sin hacer pausas o una canción que suena siempre al triple de su velocidad normal. El aburrimiento se condena al ostracismo, no por ser innecesario, sino porque nos hace pensar y poner en valor el tiempo que tenemos para disfrutar, no para consumir. El teléfono móvil nos permite tener acceso a la mayor y más accesible biblioteca jamás ideada por el hombre, pero es un instrumento de polarización que nos demuestra que ya una imagen no vale más que mil palabras.