Consulte a su artillero

24 feb 2017 / 11:35 H.

Quien anda Jaén lo sabe: cuando llueve, el agua te puede venir de cualquier lado. Que sea desde arriba lo entiende cualquiera. Admite incluso el resignado transeúnte que el viento arrecie y la cortina acuática lo acose por los costados. Quien anda Jaén se encoge de hombros y hasta sonríe cuando esto sucede, porque sabe que la suya es la ciudad del viento y eso ha forjado su carácter desde tiempos ancestrales. Lo que resulta más difícil es aceptar que la lluvia también provenga del suelo, porque ahí ya no hay Eolo que sople ni lógica gravitacional a la que acudir. A cada paso, una baldosa sí y otra también saludan con grosería y gargajean su caldo sucio de abajo a arriba, empitonando al caminante por la entrepierna y causándole sorpresa e indignación a partes iguales. La imposibilidad parabólica del escupitajo es tal que se le debe de pasar por la cabeza la consulta a un artillero, tal y como aconsejaba Cela a su paso por Archidona. Sin embargo, quien anda Jaén también sabe que es un problema ajeno, porque en esta ciudad llueve veinte días mal contados al año y los responsables del embaldosado no lo habrán pisado en la vida, puesto que van en coche a todos lados. Y de metáforas entienden más bien poco.