Confianza

    06 jun 2023 / 09:59 H.
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    Probablemente hoy mismo, en alguna de las secciones de cualquier medio de comunicación, o en este mismo diario, Usted lector, haya podido escuchar ver o leer cuatro o cinco titulares que hablan de falta de confianza. Ya sea de los mercados, de los clientes, de las marcas, de los ciudadanos, etcétera. El gran handicap al que se enfrentan las personas, los agentes y las instituciones encargadas de representarnos en el momento actual, sigue estando vinculado a la confianza. Su ausencia nos convierte en personas escépticas, en ciudadanos insatisfechos, desconfiados e indignados.

    La confianza es un factor indispensable, peligrosamente descuidado, y aunque se trate de una abstracción, de un sentimiento que cada uno expresa de manera subjetiva, la confianza es algo que se puede medir. Edelman es una organización que ha elaborado un trabajo de medición del índice de confianza a nivel mundial, y en su barómetro clasifica a los países en tres categorías: optimistas, neutrales y escépticos. Y es dentro de ésta última catalogación donde desafortunadamente nos encontramos.

    Deberíamos realizar un ejercicio de introspección y de forma sincera preguntarnos dentro de qué categoría nos sentimos cada uno de nosotros. Debiendo ser ésta una pregunta obligada, toda vez que la confianza de un país empieza por la confianza de las personas que en él habitan.

    Para construir naciones sólidas y para aglutinar los intereses de la mayoría, son necesarios líderes sinceros, transparentes y que cumplan con su palabra. El nuevo paradigma sociopolítico sólo se puede construir a partir de personas que generen confianza. Y al igual que en la práctica empresarial, para que podamos resultar creíbles tenemos que asumir compromisos específicos, que sean medibles, alcanzables, realistas y que podamos ir controlando su cumplimiento a lo largo del tiempo. Para que haya compromiso tiene que haber confianza y para que exista ésta, es necesaria una comunicación extraordinariamente fluida, ya que sabemos que cuando no se comunica bien surgen la duda y el rumor y en consecuencia la parálisis, porque con dudas no hay vínculos posibles.

    La confianza se vive en cada detalle, en cada interacción de cada uno de los responsables institucionales en el desempeño de sus tareas, hay un mensaje capaz o incapaz de generar confianza. La confianza soporta y fortalece el orgullo que cada ciudadano siente por su país, como un lugar ideal para vivir. Pero un lugar con altos niveles de confianza no descansa en sus valores, sino que los usa como camino para ser cada día mejor para todos. Por ello es importante construir un futuro sobre un propósito compartido, que defina claramente cuál es la visión que se tiene del mismo, con qué misión se va a trabajar por alcanzarlo y sobre qué valores compartidos se quiere construir nuestra marca como país.

    Es necesario este planteamiento para aunar voluntades. La confianza genera confianza y casi siempre es un sentimiento mutuo. Como dice Stephen Covey: “nada es más rápido que la velocidad de la confianza”. Sabes cuando la sientes y además se convierte en
    un multiplicador de proactividad que consigue mayorías.

    No basta con transmitir honestidad, franqueza y sinceridad, es necesario ser humilde
    y dar ejemplo porque las relaciones que se establecen con los ciudadanos, con el electorado, en definitiva, con las personas, hay que cuidarlas. Cuando descubrimos que no suscitamos el mismo interés que otras veces o cuando hemos dejado de contar con el
    apoyo que otros nos otorgaban, es mejor afrontarlo en lugar de seguir sosteniendo por más tiempo un vínculo que nos puede resultar desgastante.

    Alguien dijo en alguna ocasión que a confianza del inocente es la herramienta más útil del mentiroso, y mucho de verdad tiene la frase, aunque la confianza está relacionada con la alineación que una persona tiene entre sus palabras y sus acciones y de ahí que se penalice al que con frecuencia falta a la verdad.

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