Con tus manos de agua

    04 abr 2024 / 08:56 H.
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    El gris se dibujó en el horizonte una mañana suave, el compás de las notas, el murmullo de la música se deshacía de lejos, ni un tono azul podía descubrirse en el firmamento, en el que sólo el ceniciento colorido, cubría como un manto espeso y sombrío el cielo aquella mañana festiva de Domingo de Ramos. El sol se presentía ocultando su mirada, sus rayos no atravesaron ni un solo instante el denso espacio gris que formaban las nubes.

    La primavera en sus primeros días parecía esconderse, no quería mostrar la luz ni el cielo azul que ornan su belleza. La primera luna llegó guardada entre las nubes, su luz no pudo iluminar las noches, ni brillar en medio de la plaza, ni sorprender con su claridad el Calvario, donde los pinos silencian las horas y nacen nazarenos en la tierra que ornan sus caminos.

    El susurrar y triste chapotear del agua en los cristales llenaba de tristeza los días y los momentos aciagos de la Pasión de Cristo. Muchas de las expectativas se quedaron en el silencio de instrumentos, sólo se escuchaba el ruido blanco homogéneo por todos los rincones.

    Y yo te vi en las andas de una tarde gris, te sentí en el latido de una voz que cantaba y las lágrimas afloraban a sus ojos cuando murió la tarde el Martes Santo.

    Te vi entre rosas blancas, bajo tu palio azul que es diferente. Y me encontré contigo, con tus manos atadas y esa mirada tuya tierna y dulce, Preso de Amor.

    Te miré en las calles recorriendo las horas, con tu Humildad, Vera-Cruz dolorosa, o Ecce-Homo, con tu madre Amargura llorando en la ternura de su acento. Cuando el viento hacía volar tu manto de Esperanza y se despertaba un nuevo Viernes Santo con el Amor y el Silencio sin eco, ni latido. Y al Perdón perdonando en la oscuridad de la madrugada.

    Te miré sentenciado, Cristo de la Sentencia y con la cruz al hombro me miraba sereno el Nazareno

    Y soñé esperarte en la placeta para rezarte juntos una salve y volver a sentir el suave latido de tu dulzura, Angustias toxiriana.

    Te vi muerto en tu urna y a Ella en sus Dolores la vi pasar corriendo con el ritmo con la que la miman sus anderos.

    La alegría en las calles de la Resurrección y la Paz en la excelsa mañana, oh lluvia, impediste de nuevo, sentir la procesión, con tus manos de agua.

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