Con mi miedo
Sabe que su compañera ama a otra persona desde hace tiempo, pero siente un vértigo enorme al imaginar rota la cómoda cotidianidad construida a lo largo de los años: calla y decide arreglarlo a su manera. Sabe que él no debería ocupar ese puesto de trabajo, conoce bien a quien maneja los hilos, podría denunciar esa y otras irregularidades, pero siente un vértigo enorme al imaginar a quien maneja los hilos en su contra: calla y decide bajar la cabeza. Sabe que la han exprimido desde que nació: arreglar la casa, aventar la cebada, cuidar de los críos. Sabe que el runrún del feminismo —sus hijas se lo sirven en la mesa— es una necesidad urgente, pero siente un vértigo enorme al imaginar que se sale de la casilla “correcta” que siempre ha ocupado: calla y no cuelga su mandil. “Querida, cuando tienes miedo, eres un español votando al PP” y sabe cómo me duele lo que me dice y sé cuánta razón tiene, que su conservadurismo engorda con mi miedo. Hoy le voy a dar de comer este vértigo enorme, ojalá reviente y de sus añicos nazca la posibilidad.