Con la luz del mediodía

    03 ago 2022 / 16:00 H.
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    El día había nacido en las aguas del mar, el sol se despertaba entre la blanca espuma de las olas. El azul se mostraba de nuevo con la aurora. Las estrellas empezaban a desdibujarse, sus destellos se dormían poco a poco, la brisa alzaba el eco de su voz, mientras en la ocre orilla el sueño del alba se desvanecía. Y la noche se arrullaba entre las pinceladas de las suaves nubes.

    Aquel día era el tuyo, el primero de todos, el que trajo tu voz, la luz que despertaba en tus verdes pupilas, la blancura en tu piel se había posado como un beso de níveas sensaciones. La vida se abría paso y llegaste cuando el sol tocaba el punto más alto de las nubes, cuando el mar te cantaba su hermosa melodía de olas y de espuma, de sueños, de esperanza y poesía.

    Llegaste despacito, de puntillas posaste tu sonido, el acento de un nuevo ser que regala su son como una dulce campanita que tocaran los ángeles, con la luz del mediodía besando tu sonrisa.

    Llegaste con el azul mirando desde el alto firmamento, cuando el mar sostenía la melodía de sueños, y un cascabel tu nombre pronunciaba, la luz te regalaba un mediodía de besos.

    Para ti la vida se abría paso, el camino esperaba las huellas de tus pies posarse levemente, con la magia de las inquietas bailarinas, o el vuelo de las leves mariposas que en caprichosas danzas se acercan a las flores.

    Para ti aquella tarde se pintó de colores, de anhelos por sentir tu perfume de vida, el eco de tu voz, el beso transparente de las olas se calaba en tu alma.

    Llegaste en un compás de melodías, y agosto te acogió mientras la tarde sus tules rosas sobre tu faz ponía.

    Cuando te vi, sentí que eras un a pálida estrella, una rosa muy blanca, noté cómo la vida sonreía, en tu pequeño ser vi la esperanza encender una luz de verdes faros donde orientar y no perderse en el vacío de una noche sin luna y sin estrellas.

    Cuando te vi sentí un nuevo amanecer de rosas frescas, un compás de emociones me acariciaba el alma. Una pequeña fuente susurraba el perfume de tus manos. Y la paz te arrullaba meciéndote en tu cuna, un mediodía azul, un suave cascabel, una tierna caricia, Isabel, un sonido de dulces caracolas, una estrella de mar entre las olas.

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